Realizó diversas exposiciones durante su carrera, entre las que destaca la hecha en el Museo Nacional de Bellas Artes.En 1989 se le otorgó el premio Lorenzo Berg al mejor artesano nacional.[3] En 1971, la revista Nosotros los Chilenos, así trabajo yo, de la editorial Quimantú, incluyó una entrevista a Prado,[4] en la cual se enfatizaba su profesión de volantinero y su cariño profesado a esta.En 1989 recibió el premio Lorenzo Berg al mejor artesano nacional,[7] presentado en la Feria Internacional de Artesanía Tradicional que organiza la Pontificia Universidad Católica de Chile.Posee un rodamiento, una manilla interior y generalmente seis orificios para maniobrarlo.[10] Antes de su invención, los volantines se manejaban a mano, manteniendo el hilo en un ovillo o en envases plásticos artesanales, lo que dificultaba enrollarlo; la invención del carrete de volantín mejoró la maniobrabilidad del mismo e introdujo nuevas formas de juego en el deporte del volantinismo, como la técnica «comisión a la recogida».[11] Los volantines de Guillermo Prado inspiraron varias obras del pintor chileno Nemesio Antúnez.