[1] La bula papal Cum nimis absurdum, promulgada por el papa Pablo IV en 1555, segregó a los judíos, quienes habían vivido libremente en Roma desde la Antigüedad, en un barrio amurallado con tres puertas que se cerraban por la noche, y los sometió a varias restricciones en sus libertades personales como límites en las profesiones que se les permitía desempeñar y sermones católicos obligatorios durante el shabat judío.
El gueto fue bienvenido por algunos judíos porque protegía a la pequeña comunidad de la sangría que debía seguir de la asimilación a la mayoría y permitía que las especiales costumbres religiosas se cumplieran sin interferencias.
Durante tres o cuatro décadas del siglo XIX esto no era un punto negro exclusivo del gobierno papal: en Viena, Praga, Venecia y más al este, en Rusia y Polonia, el trato que se les daba podía ser peor.
[3] En 1798, durante la República Romana, el gueto quedó legalmente abolido, y el árbol de la Libertad se plantó en la plaza delle Scole, pero fue reinstaurado tan pronto como el Papado recuperó el control.
Los judíos tenían que pedir anualmente permiso para vivir allí, y se les incapacitó para ser titulares de cualquier propiedad, incluso en el gueto.