Como contrapartida a la agitación económica, los grupos perdedores se empobrecen, causando una devastación de tipo social.
Como resultado, la política monetaria queda en manos de acreedores privados con capacidad para congelar presupuestos estatales, paralizar procesos de pago, inhibir salarios y eliminar total o parcialmente programas sociales y productivos,[4] en tanto la distribución de la renta favorece a las rentas financieras y, en general, a cualquier capital.
Con ese nombre se calificó las tensiones económicas perpetradas por los acreedores genoveses contra el Imperio español en el siglo XVII.
[1] En esa ocasión grandes bancos internacionales hincharon sus cuentas garantizando hipotecas incluso a deudores que no podían afrontarlas.
[8] La llamada guerra financiera contra el terrorismo no se limita a los Estados Unidos.