[1] Un año más tarde, Lady Burdett Coutts hizo construir una estatua y una fuente en el lado sur del Puente George IV para homenajearlo.
[3][4][5] Bobby perteneció a John Gray, que trabajaba para la policía local de Edimburgo como vigilante nocturno, y ambos fueron inseparables durante aproximadamente dos años.
[3][4] Eran perros alimentados por algunos visitantes y cuidadores del cementerio para conseguir que hiciesen de éste, su hogar.
La gente pensaba: «Oh, pobre perro, esperando junto a la tumba de su amo».
[3][4] En el caso de Bobby, se trataba de un perro que vagaba por los alrededores del hospital Heriot, llegando a convertirse en un estorbo para el jardinero del hospital que lo llevó al cementerio.
[3][4] James Brown, el conservador del cementerio, encontró compañía en Bobby y comenzó a alimentarlo para mantenerlo cerca.
[3][4][2] En la primera historia aparecida acerca de Bobby se creía que su dueño había sido un pastor, enterrado en el cementerio.
[3][4][8] Jan Bondeson declaró: "Nunca será posible para desacreditar la historia de Greyfriars Bobby – él es una leyenda viviente, el perro más fiel del mundo, y más grande que todos nosotros".
Originalmente fue construido como bebedero, teniendo una fuente en la parte superior para los humanos y otra inferior para los perros.
En la lápida está escrito lo siguiente: Greyfriars Bobby Died 14 January 1872 Aged 16 years Let his loyalty and devotion be a lesson to us all Existen visitas guiadas a la Kirkyard ofrecidas por una serie de grupos, incluyendo el Greyfriars Bobby Walking Theatere y la Fundación Greyfriars Kirkyard.