Gracias por el fuego (novela)
El sello reeditó la novela en los años sucesivos y en 1972 llegó a la novena edición.[2] En 1959, cuando comenzó la revolución cubana, Benedetti viajó a Estados Unidos y permaneció allí por cinco meses.Los capítulos dos a trece desarrollan el conflicto entre Ramón y su padre, Edmundo Budiño.El marco espacial y temporal está claramente definido: New York, Broadway, calle 113, un restorán visitado sobre todo por hispanohablantes.[6] La tesitura de los uruguayos cambia radicalmente: "Es un lindo país [...] se puede trabajar sin miedo [ ... ] nadie nos molesta [.Un gran silencio, y luego del susto, todo vuelve a la normalidad, alegría, coqueteos, nuevas quejas: "Convénzanse.[8] Los comensales no han aprendido nada, excepto Ramón Budiño, el cual empieza a replantearse toda su vida y entorno.La conciencia de Ramón está plena de recuerdos, pesadillas y obsesiones: la rutina conyugal con Susana, su mujer; los desencuentros con Gustavo, su hijo; su anhelo por su cuñada, Dolly, a quien ama; el arcaico odio por su padre, renovado cada día.Prepara su proyecto, corrige los detalles, pero en el último momento es incapaz de llevarlo a cabo.Todo es más fuerte que yo: El Viejo, los lugares comunes, los tabúes de mí clase, los prejuicios."[11] Entonces su odio apunta hacia otro objetivo, su venganza se repliega contra sí mismo: el Viejo ha vencido una vez más.Edmundo Budiño queda doblado, vencido, caviloso; pero el suicidio del hijo -de hecho- no lo conmueve.‘Gracias por el fuego’, había dicho ella” En segundo lugar se refiere irónicamente al agradecimiento silencioso que Gloria da a Ramón por haber hecho vulnerable al Viejo con su suicidio y haber provocado en ella el deseo de rebelión:[15] “Acaso el pobre Ramón, piensa Gloria, se mató por cobardía, acaso se tiró desde el noveno piso por no matar al padre, pero de todos modos consumó su venganza.Si bien su situación económica es buena, sucesos en el pasado tienen gran influencia sobre su estado anímico y lo llevan a la convicción de estar viviendo una mentira.A partir del momento en que aceptó mi plata para la agencia, todo se acabó.Ahora, sólo podría salvarse si se decidiera de una vez por todas a acabar conmigo."Te diré más aún: de muchacho pensé que quería saber dónde estaba el fondo de este país, porque sólo sabiendo dónde está el fondo verdadero uno puede apoyarse.Ésa es la gran afinidad, que vos nunca podrás comprender, entre los Estados Unidos y este servidor.[27] El hijo de Ramón tiene diecisiete años y sus propias ideas sobre la situación política del país: "Convénzase, abuelo, dijo Gustavo.[30] Ramón encuentra el amor que busca en Dolores, la esposa de su hermano Hugo.Al igual que Ramón, ella no es feliz en su matrimonio, pero tampoco es capaz de modificar la situación.[31] Era una joven dinámica, activa en la Facultad y en el Salón Nacional de Bellas Artes.Más tarde, descubre en su calidad de periodista un contubernio con figuras políticas para generar riqueza por medios ilícitos en el cual está involucrado Edmundo Budiño.Como reflexiona Ramón: "Larralde tuvo el coraje que a mí me falta".[34] Mª Jesús Tapial Antón acota que "Gracias por el fuego refleja a través de la tensión entre Ramón y Edmundo Budiño la corrupción y el progresivo desgaste de la democracia uruguaya.Padre e hijo no son sino una metáfora política del enfrentamiento Estado-Ciudadanos.[36] En "Capítulo Oriental" se sostiene que "Gracias por el fuego, funciona deliberadamente en dos planos.Y ese juicio casi monopolistico (Edmundo Budiño, Gloria Caselli y Dolly apenas contrabalancean el alud del protagonista) encarna un promedio bien típico de lo que pensaban a la sazón los inconformistas medios del país.Porque ahora sí, el complejo edipico desnuda de una vez por todas su máscara.La película homónima fue protagonizada por Víctor Laplace, Lautaro Murúa, Dora Baret y Bárbara Mujica.