Ella, mientras Pino escuchaba las lecciones, tomaba una silla y aprendía las posiciones de los dedos.
El público se maravillaba de que una jovencita pudiera tocar el arpa con tal sensibilidad y dominio.
Su maestro Rodrigo Rodríguez siempre se mantuvo como su guía, y ella rechazó ofertas de otros músicos que le ofrecían enseñarle otras técnicas.
Ella es también conocida por sus décimas (diez versos alineados) cantadas, en su mayoría improvisadas, siempre con humor y una pizca de ironía, que hablan de los temas cotidianos, especialmente los romances y el amor a sus propias tradiciones.
En este lugar grabaron 18 canciones tradicionales y muy antiguos sones jarochos, que el padre de Graciana había amado en su época, como El Siquisirí o El Balajú.
En este último se grabó su segundo álbum La Negra Graciana: En vivo desde el Theatre de la Ville, París, lanzado en 1999.
El repertorio musical de Graciana fue extenso; ejecutó piezas de gran tradición y antigüedad, como El Colás, La Bruja, El Siquisirí, La Bamba, El Torito, La Candela, La Guacamaya, El Cascabel, El Conejo y La Indita, entre cientos más.