[2] En mayo se celebraron las elecciones a Cortes Constituyentes, que a causa del retraimiento del resto de los partidos supusieron una aplastante victoria para el Partido Republicano Federal.
[8] Le sustituyó el republicano federal «centrista» Francisco Pi y Margall, que estableció como prioridad derrotar a los carlistas que ya llevaban más de un año alzados en armas, en la llamada tercera guerra carlista, y la elaboración y aprobación de la nueva Constitución de la República Federal.
Al día siguiente Pi y Margall dimitió, tras 37 días de mandato.
«Además, movilizó a los reservistas, aumentó la Guardia Civil con 30 000 hombres, nombró delegados del Gobierno en las provincias con las mismas atribuciones que el Ejecutivo.
Autorizó a las Diputaciones a imponer contribuciones de guerra y a organizar cuerpos armados provinciales, y decretó que los barcos en poder de los cartageneros se consideraran piratas —lo que suponía que cualquier embarcación podía abatirlos estuviera en aguas españolas o no»".
Para sustituirle las Cortes eligieron el 7 de septiembre a Emilio Castelar.
Esta oposición aumentó cuando Castelar nombró a generales de dudosa afección a la República Federal para los puestos más importantes —como Manuel Pavía, nuevo Capitán General de Castilla la Nueva, que incluía Madrid—.
El segundo en intentarlo fue Estanislao Figueras, que había sido el primer presidente del Poder Ejecutivo de la República y que había vuelto a España en septiembre.
En esa reunión, según relató mucho después el general Pavía, este le manifestó su preocupación por la posibilidad de que su gobierno cayera y le pidió que prolongara la suspensión de las Cortes ofreciéndose a fijar el decreto «en la Puerta del Sol con cuatro obleas y cuatro bayonetas, y que respondía de la tranquilidad en Madrid».
[42][43] Sin embargo, como se preguntó más tarde Pi y Margall al conocer los hechos, Castelar no destituyó a Pavía.
[45] El general López Domínguez le contesta el 2 de enero: «¿Podrá consentir este bizarro ejército que me enorgullezco en mandar, la ignominia de ver triunfantes a los insurrectos?
El Combate Intransigente fue mucho más lejos al publicar en la mañana del 2 de enero un llamamiento al «pueblo» para que hiciera «un escarmiento horrible en todos los traidores que falsamente le representan [en las Cortes]».
[48][49] Además Pavía les había pedido a los dirigentes del Partido Radical y del Partido Constitucional que se reuniesen en una casa contigua al Congreso y que allí esperasen sus «órdenes».
No hay prueba documental que acredite este extremo», ha afirmado José Barón Fernández.
En su discurso acusó a este de haber abandonado la «política republicana» —«se ha roto la órbita trazada por los principios del partido republicano de tal manera, que ya en la situación no sólo predominan, sino que lo son todo las fuerzas conservadoras», dijo— al pretender incluir en el régimen al Partido Constitucional de Serrano que según Salmerón representaba a la «oligarquía militar» antirrepublicana —aunque esta vez admitía el acercamiento al Partido Radical de Cristino Martos—.
Se hizo un receso durante el cual Pi y Margall, Salmerón y Figueras, junto con otros dos diputados, se reunieron para acordar quién iba a presidir el gobierno.
[62] En aquellos momentos el diputado constitucional Fernando León y Castillo ya había hecho llegar el resultado de la votación adverso para Castelar al general Pavía a través del también constitucionalista Víctor Balaguer.
La Guardia Civil, que custodiaba el Congreso, se puso a las órdenes del general Pavía.
[63] La sesión de las Cortes se había reanudado a las siete menos cinco de la mañana y en esos momentos ya habían votado unos cincuenta diputados en la investidura del nuevo gobierno que iba a presidir Eduardo Palanca.
[65] Pero cuando fuerzas de la Guardia Civil, encargadas de la custodia del edificio pero que se habían sumado al golpe con su coronel al frente, y del regimiento de Mérida entraron en el edificio del Congreso disparando tiros al aire por los pasillos los diputados lo abandonaron rápidamente.
[66][67][63] Según Jorge Vilches, Nicolás Salmerón «por venganza» contra Castelar manipuló el Diario Sesiones para que este «quedara como un político inhabilitado» ―lo podía hacer, según Vilches, porque como presidente de las Cortes ese era uno de sus cometidos―.
Los combates entre las tropas comandadas por el capitán general de Aragón y los milicianos fueron muy duros, causando veinte muertos entre estos últimos.
Tras ser derrotado Martí se dirigió a Molins de Rey donde pidió el indulto para él y para sus hombres al capitán general, que le fue concedido.
[76][77][78] Según María Victoria López-Cordón Cortezo, «la facilidad y la escasa resistencia con que Pavía terminó con la República federal, irrumpiendo con sus tropas en el Congreso, es el mejor exponente de la fragilidad de un régimen que apenas contaba con base para sustentarse».
Toda posible resistencia popular al golpe de Estado era más que una temeridad, sobre todo porque no hubo tampoco ningún gran líder federal que lanzase y encabezase la resistencia armada».
Su gobierno estuvo integrado por constitucionalistas, radicales y un republicano unitario, Eugenio García Ruiz, este último por imposición de Pavía ―el líder de los monárquicos alfonsinos Antonio Cánovas del Castillo rehusó participar porque seguía siendo un gobierno republicano―.
[84][87] Poco después el general Pavía dimitía como capitán general de Castilla la Nueva para mostrar su disconformidad con el gobierno que se había formado porque a su juicio no podía llevar a cabo «la política nacional, patriótica y desinteresada del 3 de enero».
[90] El 5 de enero habían sido suspendidas las garantías constitucionales, «particularmente las que se referían a los derechos de reunión, asociación y opinión: a la inviolabilidad del domicilio y al destierro».
Inmediatamente la Guardia Civil ocupó todos sus locales y los periódicos internacionalistas fueron suspendidos.
[93] El líder del partido alfonsino Antonio Cánovas del Castillo le comunicó a la reina exiliada Isabel II que «los principios democráticos están heridos de muerte» y que tan solo es cuestión de «calma, serenidad, paciencia, tanto como perseverancia y energía» para lograr la restauración de la Monarquía borbónica.