Geología diluviana

Tras investigar los hechos, acordaron que estas características eran el resultado de inundaciones locales o glaciares.

En el siglo XX, creacionistas de la Tierra joven rescataron la geología diluviana como concepto global en su oposición a la evolución, dando por sentada una creación en seis días y en época reciente, y cambios geológicos cataclísmicos durante el diluvio bíblico, e incorporaron las explicaciones creacionistas de la secuencia de estratos en las rocas.

[10]​[11]​[12]​ La geología moderna, sus subdisciplinas y otras ciencias utilizan el método científico.

[13]​ En tiempos anteriores al cristianismo, filósofos griegos como Jenófanes, Janto de Lidia y Aristóteles, creían que los fósiles eran pruebas de que las tierras habían estado cubiertas por el mar en épocas pasadas.

San Juan Crisóstomo y san Agustín creían que los fósiles eran restos de animales que murieron y quedaron enterrados durante la breve duración del diluvio universal relatado en el Génesis, y más tarde, Martín Lutero consideró que los fósiles eran el resultado de dicho diluvio.

En 1616, Nicolás Steno mostró la forma en que los procesos químicos convertían los restos orgánicos en fósiles pétreos.

No hizo mención de los fósiles, pero inspiró otras teorías diluvianas que sí los consideraron.

[14]​[16]​ En 1695, en la obra Essay toward a Natural History of the earth («Un ensayo para una Historia Natural de la Tierra») , John Woodward interpretó que la inundación mencionada en el Génesis disolvió rocas y tierra, generando un espeso lodo que atrapó a todos los seres vivientes, y cuando las aguas se retiraron, se formaron los estratos según la densidad relativa de esos materiales, incluyendo los fósiles de los organismos.

En 1726, describió un esqueleto encontrado en una cantera como Homo diluvii testis, un humano gigante que probaba la inundación.

Esta teoría fue aceptada durante cierto tiempo, pero en 1812 se demostró que el esqueleto pertenecía a una salamandra prehistórica.

Animales entrando en el arca de Noé (Edward Hicks, 1846)