Así, las gaitas se han construido, durante un largo período, con boj, encino, olivo, o cualquier otro tipo de madera común.
Este último tipo de madera ofrece a la gaita ese color oscuro característico.
Como todo el material para la fabricación de las gaitas navarras, estos aros han evolucionado en calidad.
Esta chapa tenía una utilidad bien definida, y respondía a la necesidad de apoyar la embocadura.
El tamborrero lleva dos palos de haya para percutir en el parche superior del tambor.
El tamborrero, tamboritero, tamborilero ha sido, durante dos siglos (XIX y XX) oficio de niños.
Por esa razón, se mantenía celosamente guardada la técnica de construcción y los materiales empleados.
El gaitero navarro de esos siglos deambulaba cual juglar por los pueblos y villas en fiestas, cuasi-profesionalmente.
Sin embargo, entrar en el siglo XIX, en concreto, en su final, supone recoger catálogos de venta en los que una dulzaina (así la denominan los comerciales) se puede adquirir a precio módico.
La estopa con la que el gaitero viejo fijaba la boquilla a su gaita se ha sustituido por láminas de corcho.
Para el gaitero técnico, ese músico que, por curiosidad, se acerca a la gaita, este instrumento no es refugio ni origen de su inquietud, sino otro instrumento más u otra forma de ganarse la vida.
También se conocen gaiteros sin otro instrumento en su haber musical que la gaita o el tambor.
Sin embargo, la experiencia y la relación con ellos, nos lleva a suponer un cada vez mayor bagaje cultural y musical del profesional de la gaita así como un creciente interés por el estudio de la música, en más ámbitos que los acostumbrados.
La música popular no requería de grandes adornos y bastaba con que el gaitero tocara su gaita.
A partir de esta formación, el gaitero y la gaita se han atrevido con casi todo.
El gaitero, hasta bien entrado el siglo XX utilizaba para su quehacer una ropa común, quizá la del domingo, la de fiesta.
En la actualidad , el uniforme del gaitero puede tener variantes depende de la actuación que vaya ha realizar, siendo el más común el traje azul marino, camisa blanca, corbata y boina rojas.
El siglo XX ha posibilitado que este marco de instrumentistas haya abierto sus puertas, afortunadamente, al género femenino.
La mujer ha entrado con energía en el terreno de la música tradicional y auguramos, con su presencia, un mejor futuro para el instrumento.
Estos tres tipos de actuaciones son el eje importante donde se sitúa la gaita.
Al comenzar el siglo XX, por méritos propios, la gaita va haciéndose un hueco cada vez mayor entre los actos festivos de las fiestas navarras.
Sin embargo, la diana, desde hace por lo menos un siglo, sí es patrimonio del gaitero y de la gaita como actuación imprescindible en su quehacer diario.
Entre estas, y como primera obligación, refleja la alborada diaria, "parándose en casa de los concejales".
El repertorio que elige la gaita navarra para hacer bailar a los Gigantes lo componen los pasacalles o kalejiras (normalmente en compás de 6/8) y los valses.
Los valses, piezas musicales en ¾, suponen el momento álgido y demostrativo del buen bailar de un Gigante.
De la misma forma que ocurre con las dianas o alboradas, los bailables aparecen en Navarra cuando la gaita ya ha consolidado su posición de coprotagonista en la fiesta junto al txistu, o sea, a finales del siglo pasado.
Los años finales del siglo XIX no ofrecían demasiada diversión pública y gratuita al navarro, así que la música suponía un buen recurso para los Ayuntamientos.
Y de esta manera se establecen lo que hoy reconocemos como bailables o bailes populares.
Los bailables de gaita navarra consisten, básicamente, en ofrecer música popular reconocida en Navarra para ser bailada (fandangos, jotas, arin-arin, pasodobles, polcas, joku-dandas, pasacalles, porrusaldas, etc.), con una duración que oscila entre la media hora y la hora, terminando, habitualmente, con una danza estellesa, llamada «Baile de la Era», convertida ya, en buque insignia de las danzas populares vascas.
Los conciertos para gaita y banda están documentamos, durante el siglo XIX y principios del XX, exclusivos para los gaiteros de Estella que, además de en su ciudad, eran contratados al unísono con su Banda Municipal.