Así las hostilidades, aun siendo de baja intensidad, son casi constantes entre las fuerzas del dey y las tropas españolas destinadas allí.
Por ejemplo en novelas consideradas históricas y de gran difusión como las firmadas por el periodista inglés Bernard Cornwell.
También desoirá Gabriel de Mendizábal, como mando supremo en esa orilla del Tormes, las intimaciones a rendirse lanzadas por esas tropas francesas al ver que los cuadros españoles resisten sus ataques.
[30] Sin embargo hay correspondencia menos rotunda entre Mendizábal y otros mandos implicados en los hechos, respecto a qué se debía hacer en ese caso.
Una maniobra que, como dice Soult, obtiene un resultado positivo desmontando los españoles sus tiendas y trasladándolas a más de 1200 toesas para rehacer allí otro campamento.
[44] Esa carta añadía otros detalles que hacen aparecer bajo otra luz, distinta, los reproches de Wellington.
Asimismo constataba que los franceses bombardeaban la plaza ya en esos momentos, aunque sólo podían hacer estos avances desde la orilla izquierda del Guadiana.
Es decir: que coordinasen sus fuerzas con las acampadas ante Badajoz siquiera por unos pocos días, bastándole al general bergarrara incluso que tan sólo atacasen los convoyes de municiones y víveres a retaguardia del enemigo, para dificultar sus operaciones sobre aquella importante plaza fuerte extremeña.
[51] En correspondencia posterior, una vez más con las autoridades españolas en Cádiz, se descubría también que Mendizábal se encuentra el día 19 de febrero en Elvas, desde donde escribe a la Regencia remitiendo a José de Heredia (su corresponsal habitual con esa institución) una carta en la que explica lo sucedido junto al Gévora ese mismo día.
Por otra parte, la torre-vigía de Badajoz había señalado que los franceses sólo intentaban construir barcas evidentemente para hacer pasar a su Infantería y Artillería.
[61] Por otra parte, la Batalla de Gévora supondría poco con respecto al fracaso o el éxito del asedio a Badajoz.
[66] A ese respecto, dice Martín de la Carrera, manda quemar tres barcas del puente que se estaban trasladando desde Badajoz hacia Elvas y da órdenes al contingente de Caballería española y portuguesa para que contengan a la francesa.
Según De La Carrera muchos efectivos franceses caen en ese ataque y el resto debe batirse en retirada.
Para la Regencia, por otra parte, lo ocurrido el 19 de febrero se limitaba a endosar y respaldar lo que Mendizábal había informado en cartas anteriores.
Al margen de esta carta se apuntaba que el general Castaños, que iba a tomar el mando del 5º Ejército, estaba al tanto de todo ello y cómo se debía comunicar a Lord Wellington.
[73] Wellington, al menos en su correspondencia con las autoridades españolas, tampoco parecía tener nada que objetar a lo ocurrido el 19 de febrero.
Blake mismo explica con exactitud cuál será, en definitiva, el papel que juega Gabriel de Mendizábal e Iraeta en esa batalla.
[90] Mendizábal, según otra documentación, en esos finales del año 1811, se está moviendo en un amplio campo de operaciones.
[95] Esa operación en tormo a Burgos será precisamente en la que más se destacará el Séptimo Ejército bajo mando de Gabriel de Mendizábal e Iraeta, siempre que se consideren, para valorarlo correctamente, fuentes españolas puestas en contraste con las británicas y francesas.
Así consta en el historial del primero de esos tres batallones que esas unidades cuentan con una preparación suficiente como para enfrentarse a tropas francesas dirigidas por destacados generales napoleónicos.
A bayoneta calada los granaderos guipuzcoanos aguardarán para desbaratar el flanco derecho de esa Caballería francesa.
[114] Otras fuentes, una vez más, indican un estado de cosas bastante diferente al que se plantea en esta discusión entre los dos oficiales británicos.
Concretamente Reinosa, donde se ha establecido una retaguardia segura sobre esa población que domina las rutas hacia Valladolid y Burgos a través de valles como el de Sedano y donde se aloja a oficiales como Andrés María del Río, en esos momentos capitán de la División Iberia -parte del anterior Séptimo Ejército e incorporada al nuevo Cuarto Ejército- para que restablezcan allí la autoridad del gobierno español legítimo mientras se recuperan de las heridas sufridas en los combates del año 1812 que han permitido a Wellington retirarse con relativa seguridad hasta Portugal.
Así lo hará en una nueva nota el día 16 en la que, sin embargo, más allá de un elogio general sobre el comportamiento de esas tropas, Freyre no da nueva información en esa correspondencia remitiéndose a partes dados por cada oficial al mando que no se copian en este documento.
Así el general Álava tras ser liberado en 1814, es destinado a altos cargos diplomáticos en la nueva administración absolutista y en esos trámites tendrá como interlocutor, ya completamente rehabilitado, a uno de los principales colaboracionistas vascos con el invasor: José María de Soroa.
Dadas esas circunstancias, en principio favorables, el general Mendizábal no duda en contraer matrimonio en ese mismo año de 1816.
[154] Bajo esta perspectiva las palabras, y acciones, de Gabriel de Mendizábal e Iraeta durante el Trienio Liberal y sus posteriores justificaciones en 1826, muestran a un militar más inclinado al Liberalismo que al Absolutismo, pero confuso ante el cariz que van tomando los acontecimientos.
Señala así esa parte de su expediente personal que el general Mendizábal había conseguido pacificar la insurrección carlista en las provincias bajo su mando.
Posteriormente obtendría las reales cruces de San Fernando y San Hermenegildo, esta última orden creada por Fernando VII en 1814, tras la primera victoria sobre Napoleón, para recompensar los méritos del personal militar que había servido en las filas con conducta intachable durante veinticinco años o más.
En el caso del general Mendizábal se le otorgaba la más alta categoría: la Gran Cruz que premiaba cuarenta años de servicio.