Sin embargo no debe confundirse este estilo con el Gótico francés, español, alemán u otro, pues aunque presenta rasgos similares en cuanto a que en su momento fueron las últimas tecnologías disponibles (arco apuntado, rosetón, arbotantes), son muchas las diferencias.
Así, el Gótico catalán no busca una altura inmensa, sino que tiende a igualar las dimensiones del ancho y el alto, utiliza cubiertas casi planas frente a las inclinadas altísimas tan características del centro y norte de Europa; así mismo no cuenta con grandes huecos porque la luz mediterránea es mucho más potente que la del resto de Europa, ni con arbotantes inmensos, pues sus naves son casi iguales en altura; no decora sus pilares con motivos figurativos ni destaca por lo complicado de sus bóvedas.
Las torres, normalmente una o dos, destacan por ser prismas lisos de sección poligonal (6 lados, 8 lados), y no existen los transeptos como tales; cosa diferente son las iglesias de base templaria, que utilizan plantas en cruz griega.
En planta distinguen las capillas, de manera que los alzados del edificio son continuos y visualmente lisos por fuera, a la altura de una persona; además, cuando aparecen en la fachada principal, crean un rectángulo que enmarca la portada y a veces, un rosetón.
En planta baja se encuentran las dependencias propias al negocio de los dueños, con el despacho en semiplanta, si lo hubiera.