La razón era que Cortés no había olvidado la alianza y cooperación de Tlaxcala en la conquista y en premio eximió su territorio de establecimientos españoles, esto fue una invitación para que españoles irrumpieran a sus territorios.
Garcés pensaba que una comunidad hispana formalmente establecida haría imperar la ley en su nueva diócesis y agregando discretamente que con ello beneficiaría a los ingresos reales y a los propios indios.
[1] Garcés no fue el único en advertir de estos problemas sino también los franciscanos encabezados en Tlaxcala por Motolinia quien advertía a los oidores que la misma situación privaba en toda la Nueva España, tal como lo escribió en su Historia: Tras el fracaso de la primera Audiencia, que por causa de las críticas a su mala administración impidió que se llevaran a cabo los planes fundacionales, Garcés y los padres franciscanos continuaron con la petición dirigida a la corona.
Según Hirschberg, la escasa documentación disponible hace pensar que se decidió aprobar el establecimiento de la población como respuesta a la petición de Garcés, aunque el resultado no contaría con la aprobación del obispo.
A estos primeros pobladores se les dotó de lotes para cultivar y criar ganado.
Se cuentan con estimaciones en cuanto al número y descripción de aquellos primeros colonos.
[1] En cuanto al número de los indios que fueron traídos para construir las primeras casas, Motolinia menciona que llegaron con él entre siete u ocho mil y otros menos de Huejotzingo, Calpan, Tepeaca y Cholula.
Sin embargo la Audiencia a unos días de la fundación rindió un informe diciendo que adjudicaría a cada colono entre diez y treinta trabajadores, admitiendo meses después, en otro informe, que se habían dado veinte.
Se encontraba presente en la ceremonia el colono Alonso Martín Partidor, que según Hirschberg, muchos historiadores dedujeron que había sido el encargado del deslinde o "partición" de los solares, pero que probablemente partidor provendría de su madre Isabel Rodríguez Partidora.
[3][1] El licenciado Salmerón, una vez restablecido en salud y resuelto sus asuntos,[3] arribó a Puebla alrededor del 18 de mayo para nombrar cabildo y dar las primeras ordenanzas, con lo cual dio al establecimiento su carácter municipal.
[1] Sin embargo, desde el momento mismo de la fundación se presentaron los problemas.
Los franciscanos, por su parte, expresaban que los colonos eran cristianos modelo, como el mismo Salmerón lo confirmó después de haberlos descrito como "perdidos y holgazanes".
[1] Una vez reinstalados, con los pocos que quedaron, Puebla estaba lista para una segunda fundación.
Es significativo que Salmerón ya no condenara estas iniciativas de los poblanos adversas a aquellos planes y solo recomendó que la audiencia y no la corona nombrara a lo nuevos miembros del cabildo.
Comparativamente con otras ciudades coloniales y peninsulares, Puebla aún carecía de la soberanía que le permitiera autogobernarse.
Era cierto que los españoles de Puebla se contentaban con una fracción de encomienda pues eran gente humilde y que por sus propios méritos no merecían una, tal como los calificaba el cabildo de México: Aunado a esto, el cabildo deploraba que los poblanos explotaran y abusaran de los únicos indios que habían ayudado a Cortés y a España durante la conquista: los nobles tlaxcaltecas.
A medida que los sentimientos idealistas originales de los fundadores se disolvían para dar paso a una sociedad más parecida al patrón normal de las demás colonias, aumentaba la oposición colonial al experimento poblano.
Salmerón regreso a la Nueva España y con esto la colonia adquirió menos tutelaje de la corona.
El terreno, llano y libre de poblaciones indias, era propicio para planificar un asentamiento conforme al nuevo individualismo renacentista que otorgaba mayores y planificados espacios.
[8] El espíritu humanista del renacimiento de los fundadores influyó para repartir con prodigalidad a las cabezas familiares, quedando divididas las manzanas en ocho solares por cada una, es decir más de 2000 m² por familia.
[1] Según documentos de Torquemada, Herrera y recogidos por investigadores posteriores, Puebla se fundó en un paraje solitario, antiguamente ocupado por un establecimiento indígena, llamado Cuetlaxcohuapan "lugar donde se lavan entrañas" o "tierra de serpientes".
Unos habían huido a Tlaxcala y un reducido grupo permaneció en el área que en 1531 contaba solo con unas cincuenta o sesenta familias, al llegar los fundadores españoles aquellos protestaron por la cercanía a su pueblo reclamando sus antiguos derechos de tres o cuatro leguas, antes de la derrota ante los Tepeaca.
Sin embargo, aunque Salmerón no explicó como se resolvió ese conflicto, menciona a Alonso Galeote, quien fuera encomendero de aquellas familias y que posteriormente se convirtió en vecino de Puebla y miembro de su cabildo en 1533, hecho que se corrobora en otros documentos.
El autor contemporáneo Hugo Leicht llega a la misma conclusión de Zumarraga y Salmerón.
Veytia se basa en que los primeros pobladores construyeron sus casa alrededor de este edificio.
[1] De tal forma que los mismos franciscanos pidieron a la reina le concediera al establecimiento el título formal de Ciudad de los Ángeles, sin embargo, sus habitantes siguieron llamándola afectuosamente Puebla, no obstante las prohibiciones y amonestaciones del ayuntamiento que llegó a multar a quienes insistieran en tal nombre.
La ciudad de Puebla también contó con el título "muy noble y muy leal" gracias a una Cédula emitida por la Casa Real española en febrero de 1561, marcando su importancia frente a otras ciudades virreinales.
El comité organizador se decidió por la fecha del 16 de abril y destacó la importancia del licenciado Juan Salmerón como el gran promotor y realizador de la obra fundacional.