A tal efecto, la Virgen se le apareció mientras oraba en el coro bajo del convento.
Las misiones populares estaban constituidas por grupos de 6 o 7 predicadores que recorrían los pueblos evangelizando a los fieles, aunque en ocasiones los misioneros alcanzaron un número superior, hasta 40 y más.
En este ambiente oscurantista fray Diego José se movía como pez en el agua y pronto adquirió un gran predicamento.
Asimismo fue nombrado teólogo, examinador sinodal y canónigo en numerosas diócesis de todo el país.
[8] Fray Diego creyó que Dios le había escogido para hacerle el nuevo apóstol de España.
Su director espiritual así se lo inculcaba repetidas veces: «Fray Diego misionero es un legítimo enviado de Dios a España».
Y convencido de ello, el santo capuchino la emprendió lo mismo con las clases rectoras que con las masas populares.
Con la expansión de la Ilustración francesa su prédica se fue radicalizando con toda naturalidad desde la sublimación espiritual hacia la reacción política más agresiva.
Entre ellos se contaban Félix Torres Amat, Felipe Bertrán (éste, obispo de Salamanca e Inquisidor general), José Climent o Antonio Tavira Almazán, todos ellos enfrentados a la Iglesia más reaccionaria, partidaria de la preeminencia del Papa.
Proposiciones que, en realidad, ni siquiera figuraban en sus obras, como declaró en 1788 una Junta especial nombrada por el Consejo de Castilla.
Impulsado por vocación y por temperamento al apostolado activo, propugnó una cruzada contra los revolucionarios franceses (1793-1795).
Fray Diego simplemente encarnó el prototipo tradicional[17] del misionero capuchino español cerril, aferrado a la intransigencia en materias de doctrina y moral y enemigo de cualquier actitud inteligente o placentera ante la vida.
Su fanatismo y su ideología perduraron después de su muerte hasta la actualidad en lo que se llamó el integrismo fundamentalista español.
Pasando por la plaza de la Catedral, cayó un albañil del andamio, y fray Diego extendió su mano deslizándose suavemente el cuerpo hasta caer al suelo sin hacerse daño.
Diego: "Dile al padre que el copón está vacío" lo cual se comprobó seguidamente.
[1] La ciudad de Cádiz mostró mucho cariño y devoción a su único santo.
Inmediatamente se empezaron las obras para la edificación de la capilla, que actualmente utiliza la Hermandad del Prendimiento.
Es neogótica y se hizo sobre la casa natal del beato Diego, pero respetando el cuarto donde nació, que está justo detrás de la capilla.