[1] Un obrero los encontró en una cantera, y se los entregó al arqueólogo aficionado Charles Dawson, que los presentó, junto con el eminente paleontólogo Smith Woodward (del Museo Británico), en la Sociedad Geológica de Londres.
Durante años, se mantuvo el debate sobre el origen de estos restos, y la prensa dijo que muy probablemente correspondieran al eslabón perdido, denominándolo Eoanthropus dawsonii.
La idea de esa época era que el eslabón tenía que haber tenido un gran cerebro, pero igualmente presentar rasgos simiescos y evolucionar posteriormente a una apariencia humana, idea contraria a la demostrada ahora con los estudios de los fósiles verdaderos.
No obstante, comenzaron a surgir cada vez más dudas sobre la antigüedad y el origen de esos restos.
Nadie sabe quién cometió el fraude, y algunos lo atribuyen a los descubridores originales, señalando sobre todo a Dawson, motivado por el hecho de que en las islas británicas no había sido descubierto ningún fósil humano, mientras que en el resto de Europa, y fundamentalmente en África, sí.