Su abuelo, gerente de la editorial La Novela Corta, influyó en la afición por la lectura.
Curiosamente, en 1951, Adelardo Covarsí había definido su pintura como "producto de la locura".
Posteriormente el poeta granadino Antonio Carvajal le dedicó un poema a su pintura, publicado en la revista literaria Ínsula.
Elaborada con técnica mixta sobre papel-tela especial y de gran formato (1'40 cm.
), es una reflexión plástica y conceptual sobre el origen, devenir e incertidumbre futura de nuestra civilización.
Desde 1998 fue profesor del Programa “Universidad de los Mayores” de la Universidad de Extremadura Se ha estudiado su obra elogiosamente por críticos e historiadores del arte como Sánchez Camargo, Sanz y Díaz, Antonio Cobos, José Hierro, Bonet Correa, Antonio de la Banda, Manuel Merchán, Pérez Guerra, Antonio Zoido, Castro Arines, Rubio Nomblot, García Arranz y Zacarías Calzado, entre otros.
Desde los inicios la pintura de Pedraja, que vivió largas temporadas en la capital de España -donde estudió arquitectura y derecho ante la presión familiar- a la vez que abrió estudio de pintor en Badajoz, se vincula a la Escuela de Madrid -Benjamín Palencia, Lozano, Juan Manuel Díaz Caneja, Luis García-Ochoa, San José...-, caracterizada por la decidida recuperación del género del paisaje y por una modernidad "razonable", que rompe con la pintura tradicional y académica del momento.
El asunto suburbial se convertirá en una constante de su pintura, cristalizando en una especial iconografía.
Durante estos años, frente al contraste cromático propio de épocas anteriores, el pintor evoluciona hacia una mayor esencialidad tonal.
Para Bonet Correa el sentimiento del paisaje en Pedraja "está vinculado al amor a su tierra y al conocimiento de su historia y está captado con una aguda y fina sensibilidad, en la que subyace un mundo de vivencias que hunden sus raíces en una idea, en un concepto intrahistórico de Extremadura".
Los paisajes son así entendidos como impresiones íntimas y subjetivas del pintor.
Los últimos años se caracterizan por una vuelta al color vibrante -La casa roja, La cúpula azul, Tarde de tormenta, La ventana- sin abandonar la sencillez y sobriedad “casi provocadoras” de sus equilibradas composiciones (“fierismo elegante”).
Como artista fue seleccionado en las Bienales Hispanoamericanas de Madrid, 1951; La Habana (Cuba), 1954; I Bienal de Arte Español Contemporáneo, París, 1968; Pintores extremeños en Bilbao, 1976; El Cairo (Egipto), 1978; Europalia, Amberes (Bélgica), 1985; Sheraton City Center, Washington (EE.
En el verdadero arte un cuadro es un riesgo, una aventura que aporta una nueva visión de la realidad externa e interna del pintor.
En cierto modo es algo innato, como una buena voz, afinación y sentido del ritmo en un cantante.