De este modo, las Grey fueron consideradas prácticamente del mismo rango que las princesas.
Frances fue una figura notable de la corte del rey Enrique VIII, haciendo amistad con su última esposa, Catalina Parr.
Gracias a esto, consigue que su hija Juana sea admitida en el servicio personal de la reina, entrando en contacto con el joven príncipe Eduardo, futuro rey Eduardo VI.
Sus hijas ocupaban respectivamente el cuarto, quinto y sexto lugar.
La relación cada vez más afectuosa entre Juana y Eduardo hizo que Frances -junto a su marido y Thomas Seymour, nuevo esposo de la reina Catalina- planeara el matrimonio entre ambos, para así poder tener a una de sus hijas en el trono y que un eventual nieto suyo fuera el siguiente rey de Inglaterra.
Tomás, desesperado, invade las habitaciones del rey para pedir clemencia, o según algunos, para raptarlo.
Para estar en buenos términos con el Lord Protector, Eduardo Seymour, planearon casar a Juana con su hijo mayor.
La victoriosa reina decidió perdonar a su prima y antigua compañera de juegos.
Al año siguiente, la reina decide casarse con el futuro rey Felipe II de España.
Enrique Grey se une a la rebelión, pero es capturado por Francis Hastings, II conde de Huntington.
La duquesa de Suffolk y sus hijas menores son reintegradas a la corte.
La nueva soberana no tenía la menor confianza en aquella prima que nunca reconoció a su madre como reina y la consideró una bastarda.
Sin embargo, permite que Frances y sus hijas continúen en la corte, aunque nunca gozaron de su favor.