En la mitología romana Fauno[1] (en latín Faunus, esto es «favorecedor», —de favere— o quizá «portador» —de fari—), hijo de Pico y Canente,[2] era un dios vinculado al mundo rural, relacionado con los bosques, campiñas y ataques de alimañas.
Se le representaba con carácter lascivo, persiguiendo constantemente a las ninfas de los bosques.
Cuando su esposo la encontró, se encolerizó tanto que la azotó con unas varas de mirto hasta matarla.
[17] William Warde Fowler sugirió que Fauno es idéntico a Favonio,[18] uno de los dioses del viento romanos, llamados Anemoi.
[20] Los lugares en los que se daban estos oráculos eran arboledas sagradas: una cerca de Tibur (actual Tívoli), en torno a la fuente Albunea, y otra en el Aventino, cerca de Roma.
[13][21] Los ritos observados en el primer lugar son minuciosamente descritos por Virgilio: un sacerdote ofrecía una oveja y otros sacrificios, y la persona que consultaba el oráculo tenía que dormir una noche sobre la piel de la víctima, dando entonces el dios una respuesta a sus preguntas bien en un sueño o mediante voces sobrenaturales.
[9] En Roma había un templo redondo de Fauno, rodeado por columnas, sobre el monte Celio, y se le construyó otro en el 196 a. C. en la isla Tiberina, donde se le ofrecían sacrificios los idus de febrero, día en que los Fabios habían perecido en el Crémera.
[9] Como se creía que Fauno y, más tarde, los fauni eran seres alegres y caprichosos, especialmente aficionados a asustar a la gente de diversas formas, no es improbable la conjetura de que Faunus sea un eufemismo relacionado con faveo.
[26] Fauno pasó gradualmente así a ser identificado con el Pan arcadio, y los faunos como idénticos a los sátiros griegos, los seguidores salvajes y orgiásticamente ebrios de Dioniso; de aquí que Ovidio use la expresión Fauni et Satyri fratres (‘hermanos faunos y sátiros’).