Fueron sus padres Nicanor Evaristo Carriego Ramírez y María de los Ángeles Giorello.
Visitó redacciones y revistas, anarquistas algunas -anarquizantes, como se autoadjetivaría Carriego en un relato-, como La Protesta.
Carriego vivió en Buenos Aires con la seguridad de ser poeta y la urgencia del reconocimiento: "Imponía sus versos en el café -dice Borges en la obra citada-, ladeaba la conversación a temas vecinos de los versificados por él.
Comienza su vida poética con inevitables influencias que se delatan ya desde el título: ecos del satanismo de moda, de raíz baudelairiana, en esa reducción ad absurdum del misticismo por la paradoja, misas y herejes.
Luego vienen El alma del suburbio y La canción del barrio, en la cual operan todos los arquetipos que constituirían su mitología personal y porteña tanguera, donde destacan los guapos, los cafés, el barrio, etcétera.