Se recibió de ingeniero en Barcelona y llegó en 1822 a Buenos Aires.
Durante los años siguientes se dedicó a profundizar los pasos más playos del río.
Dedicó muchos esfuerzos a bautizarlos y reunirlos en varias colonias agrícolas que fundó con ellos en Santiago del Estero.
Su éxito en este sentido fue relativo, excepto por la fundación del actual pueblo de Icaño.
Aunque recorrió varios países, sólo obtuvo una suma significativa en España.
En 1862 hizo una nueva navegación, acompañado por el cónsul inglés Hutchinson, que estaba interesado en promover el cultivo de algodón.
Pero la realidad lo doblegaría: tratándose de un río que cruza zonas desérticas, a medida que se formaban poblaciones en sus orillas –las mismas que hubieran justificado la existencia de un canal navegable– éstas extraían grandes cantidades de agua del río, restándole caudal y por ende profundidad.