Contó con un Gobierno títere formado por colaboracionistas y subordinado a las autoridades de ocupación.
Metaxás, que durante años había mejorado las defensas del país, dirigió en su doble papel de primer ministro y como ministro de la Guerra el ejército griego, llevándolo hasta la victoria ante el ejército italiano.
Hitler, más interesado en explotar el país para extraer sus materias primas, alimentos y mano de obra que en implantar un gobierno aliado, decidió mantener en el territorio una administración débil.
[7] El rey y los políticos exiliados, con escasos contactos con el país,[8][3] sin experiencia en las actividades clandestinas y centrados en los tradicionales problemas políticos sobre la forma del Estado (república frente a monarquía),[3] fueron incapaces de dirigir un movimiento de resistencia nacional.
[8] Los británicos que, con permiso estadounidense, llevaban el peso de las operaciones contra los ocupantes en Grecia,[9] mantenían objetivos políticos y militares contradictorios: mientras que militarmente deseaban el reforzamiento de la resistencia griega, esencialmente republicana y comunista, sus intereses estratégicos les llevaban a respaldar al Gobierno monárquico en el exilio para tratar de controlar el país en la posguerra y evitar que cayese en manos de un Gobierno comunista supuestamente prosoviético.
[10] En estas zonas crecieron los movimientos de resistencia, siendo el principal el organizado por los comunistas, EAM.
[12] El nuevo gabinete tuvo gran dificultad en lograr la cooperación de figuras civiles destacadas, empezando por el propio arzobispo de Atenas, que se negó a tomar juramento al Gobierno.
[5] El Gobierno ateniense, con escaso prestigio entre la población, se mostró pronto desgarrado por rencillas internas que no favorecieron su imagen.
La Administración griega, tradicionalmente ineficaz,[1] se vio desbordada por las exigencias de los ocupantes que en pocos meses crearon una grave crisis financiera y monetaria.
[16] Hasta finales de 1944 se sufrió una inflación astronómica, que llevó al dracma a perder su valor, volviendo la economía a basarse en un sistema de intercambios, con pagos en oro para las grandes transacciones.
[18] Le sucedió su vicepresidente, Logothetopoulos, que debía haberlo hecho únicamente de manera temporal.
[20] A pesar de la durísimas situación en Grecia, los griegos no se sintieron atraídos por el trabajo en Alemania.
[1] A la resistencia los ocupantes respondieron con la violencia en las provincias y el terror en los centros urbanos.
[24] Estas unidades debían asegurar el orden y el control del Gobierno en algunas zonas amenazadas por los partisanos.