Sin embargo, la loción hace justo el efecto contrario: agranda considerablemente a los animales, por lo que representa un grave peligro para la humanidad.
Llegan a la ciudad y logran entrar al palacio, arrebatar el frasco al presidente en sus propias narices y huir, todo ello gracias a la ayuda de un frasco de dicho sulfato que se llevaron desde España.
Del guion cabe destacar su cuidada estructura, totalmente lineal (mientras que otras obras de Ibáñez solían dividirse en capítulos, debido a su edición semanal en las revistas)[1] y un cierto aire a película de espionaje con remarcado acento a James Bond o a Misión Imposible, puesto que las situaciones a las que se enfrentan los detectives son mucho más serias que en el resto de sus cómics, como cuando Filemón es capturado por los Tiranienses, o Mortadelo y Filemón suben al taxi de un demente seguidor de la dictadura.
Los recursos absurdos que prevalecen en otros cómics se tratan aquí con mayor delicadeza, y el humor resulta mucho más refinado, en resumen, como en los cómics de Spirou o de Astérix.
Puede verse también que Filemón cambia de ropa y se pone otra (esta vez sin su característica pajarita), la cual perdura hasta la última viñeta.