El milagro de la fuente

El cumplimiento del encargo tomó su tiempo, ya que tanto Rizi como Carreño estaban inmersos también en la realización de otros proyectos importantes.

[4]​ El santo ocupaba el centro de la composición en una actitud teatral y declamatoria, con los brazos extendidos en sentidos opuestos, dando gracias a Dios y captando toda la atención del espectador por su ubicación, actitud y ropaje, con su silueta recortada parcialmente contra el cielo azul.

Caracterizan a la representación del santo la frontalidad y la solemnidad,[4]​ y el aire general de su figura y postura trae a la memoria el Pablo de Valladolid de Velázquez, o El bufón Francisco Bazán que el propio Carreño pintará años después.

Aunque El milagro de la fuente está destruido, han llegado hasta nuestros días, afortunadamente, dos dibujos preparatorios de Carreño que ilustran el proceso creativo seguido por el artista.

Así mismo, las carnaciones se muestran animadas con leves toques de sanguina.

[7]​ Se han encontrado restos de fibras azules en el papel de estraza empleado, lo que indica, como en el caso del primer dibujo, que ese era el color del papel cuando se utilizó, ya que resulta óptimo para obtener la máxima expresividad en el dibujo a lápiz.

El milagro de la fuente , [ 3 ] ​ estampa de Juan Bernabé Palomino según el cuadro destruido de Juan Carreño de Miranda, 1747, aguafuerte y buril, Madrid, Biblioteca Nacional de España