Mestizo desheredado, después de haber peleado durante muchos años en las guerras europeas, ha regresado al Perú en 1618.
Perseguido por otro hecho de sangre en el que ineluctablemente, por su carácter arisco e impulsivo, se ve nuevamente envuelto, Jerónimo trepa una noche el muro del Convento y sorprendiendo a Inés se refugia en su celda.
A ella, marginal también, no le brota el denunciarlo y pasan una extrañamente noche tensa juntos.
Él se queda dormido mientras ella, después de haber lavado sus heridas, lo vela, fascinada, contemplando por vez primera tan íntimamente a un hombre.
A la mañana siguiente, él parte y ella es descubierta como autora de versos que deben ser investigados.
Ella muere revelando poco más que el nombre de un notario en Lima.
En Lima Inés es celosamente interrogada, repetidas veces, por Ignacio, que busca expurgar su alma, intentando con autoridad paternal abatir el orgullo del creador intelectual en ella.
Intentando alcanzar refugio en un territorio de sublevados, pero sabiéndose íntimamente perdidos, Jerónimo e Inés deambulan a caballo, heridos, por el desierto hasta llegar a una ermita sobre un acantilado junto al mar.
Descubriendo Ignacio que la huaca no es una construcción sino una montaña batida por tempestades, y por lo tanto indestructible, es transformada en santuario cristiano mediante la imposición de una cruz.