Llega a Lima en 1939, sigue en el teatro pero realiza diversas actividades.
Con guantes de cirujano cogía las frutas y atendía, la forma de hablar y buenas maneras le dieron éxito y cuando un día echaron a los ambulantes porque hacían bulla, todos se fueron menos él, el peruano de blanco.
Injustamente postergado, en un momento los empresarios del Perú le aplicaron un veto que después superó, tuvo que trabajar mucho, en Lima para sobrevivir, se fue a Ecuador como payaso.
En algún momento fue ateo, pero volvió a creer porque según testimonio "Él le demostró que existía."
Por su avanzada edad, experimentó en sus últimas apariciones públicas diversos problemas de salud.