La paga por dicho trabajo era buena, pero la condición para cobrar era que debía realizarse en menos de 6 meses.
El diablo aceptó y varios cientos de diablillos trabajaron en la obra sin descanso.
Cantuña, al ver que los trabajadores del diablo eran muy veloces y que su alma estaría destinada a sufrir castigada en el infierno, decidió engañar a este, escondiendo la última piedra de la construcción.
[12][13][14] Eran enormes las contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos para la construcción de su convento e iglesia.
Ante las continuas negativas, los extranjeros empezaron a verlo con una mezcla de miedo y misericordia.