En su momento fue una apuesta por la arquitectura moderna, sin recurrir a tradicionalismos incoherentes o lenguajes ya anticuados.
Un urbanismo moderno y una arquitectura culta, que buscaba la imagen de la arquitectura rural en sintonía con la revisión vernácula del racionalismo ortodoxo que se estaba produciendo a nivel internacional: formas prismáticas, asimetrías en huecos y volúmenes, paredes encaladas directamente sobre la obra de mampostería, cubiertas a un agua de poca pendiente con teja plana sin cumbrera ni limas... Conformó un poblado que tenía un lenguaje moderno, pero claramente adaptado al medio rural tradicional, para ayudar a crear rápidamente la identidad de un lugar nuevo surgido de la nada, y en el que no había ninguna raíz donde agarrarse.
Todavía se puede ir a apreciar en las casas de los años 50 los juegos de luces y sombras, así como el trazado urbanístico original, aunque se encuentra bastante modificado y transformado.
Creado en la pedanía de El Realengo que será pionera a nivel nacional.
Las viviendas recaen a la fachada y los establos se desarrollan, longitudinalmente por una de las medianeras.