Se destacó como prolífero articulista, conferencista, escritor y poeta sobre temas republicanos, denunciando siempre la tiranía.
[3] Sus padres fueron José María Pérez, militar perteneciente a la armada, de origen español nacido en Venezuela durante la colonia, y Dolores Fabelo Montero.
En 1856, animado por su padre e inspirado por una larga ascendencia familiar dentro de las Fuerzas Navales, se trasladó desde Maracaibo hasta Colombia para iniciar su carrera militar en la Armada Colombiana.
[10] Éste fue un puesto crucial para Pérez, ya que el General Weir era una figura militar de larga trayectoria en América del Sur.
En palabras del escritor Atenógenes Olivares, “Pérez era ya un hombre muy despierto, muy serio en su conducta y muy inteligente.
El proceso, que tuvo gran repercusión en Colombia y Venezuela, lo sentenció a muerte, pero una vez más logró salvar su vida milagrosamente y a partir de entonces se le conoció como “Pérez el inmortal”.
Seguía bajo la corona española y conservaba aún ese estatus en 1819, cuando se formó la Gran Colombia.
Ello generó un profundo descontento en la población local durante décadas y una leyenda sobre la República del Zulia, que perdurará en esa región como un derecho inalcanzado.
La recién inaugurada constitución prohibía la pena de muerte, pero los fusilamientos, emboscadas y envenenamientos, se habían convertido en rutina en el Zulia.
La estrategia de los opositores era sacarlo del poder, restituir la diezmada autonomía zuliana y terminar con los asesinatos.
[15] Pronto se organizó la lucha armada contra el gobierno local, dentro de cuyas filas figuraba Pérez como un fogoso líder.
Eduardo Pérez lideró muchas expediciones célebres contra Jorge Sutherland, saliendo desde Colombia o desde las islas del Caribe.
[6] La más célebre fue la expedición que organizó en 1866 desde Cúcuta, Colombia, junto a otro General zuliano, Rafael Capó.
Habían dispuesto entrar en las sabanas de Maracaibo y esperar la oportunidad para atacar la plaza, pero los planes fueron cambiados cuando piragüeros que subían el río Zulia les contaron que Sutherland celebraba las fiestas decembrinas en el hoy Municipio Cañada de Urdaneta.
En ausencia del viento la travesía se hizo difícil e impidió que pudieran llegar juntos al sitio acordado de “Punta Camacho”, ubicado en la costa oriental, frente a Maracaibo.
[1] Pérez, que logró sortear primero la calma en el lago, llegó con sus veleros al sitio previsto en la madrugada del 25 de diciembre.
Entonces comprendió que no podía esperar más y se lanzó sólo hacia Maracaibo.
Allí fue atacado por las fuerzas del gobierno, pero logró vencerlas con extrema facilidad y se preparó para tomar a Maracaibo.
Pérez estaba herido, pero logró llegar hasta un Hato llamado Cujicito, a unos 20 kilómetros de la ciudad, ubicado en la hoy Parroquia Idelfonso Vásquez del Municipio Maracaibo.
Estando allí llegó un piquete de tropas al hato y sorprendió a Capó.
Las órdenes eran fusilarlos allí mismo a los dos y en el caso de Capó se cumplieron”[19]Una vez más, milagrosamente, Pérez había salvado su vida, pero la huida sería otra lucha por sobrevivir.
Pasó días sin comer ni dormir hasta que logró llegar a la costa y, auxiliado por una piragua, cruzó el lago de Maracaibo.
Logró armar una nueva expedición a Maracaibo, pero esta vez fue víctima de traición y cayó prisionero en una emboscada.
[21] Hechos como estos hicieron que Pérez decidiera distanciarse de Venancio Pulgar y que, a pesar de haberlo acompañado contra Sutherland, lo combatiera duramente; como lo hicieron muchos otros entonces y por los mismos motivos.
En palabras del historiador Carlos Medina Chirinos, “Pulgar y Sutherland movilizaron al Zulia sólo militarmente.
Acusado falsamente de conspirar y crear desorden en la ciudad, Pérez fue llevado arbitrariamente a prisión.
Ejemplo de ello es su famoso poema dedicado a la Quinta San Mateo, última morada del libertador.
[3] En una época en que las comunicaciones se hacían por vía marítima, su carácter de ciudad puerto le daba a Maracaibo una condición privilegiada.
Arcía no pudo hacerlo alegando que las órdenes habían sido verbales y del propio presidente Guzmán Blanco.
Plumacher lo cuenta así:“No había duda de que el General Arcía actuaba bajo órdenes expresas del presidente (Guzmán Blanco).