[1] Aunque los términos se usan a veces indistintamente, cabe distinguir entre impuesto y tasa ecológica.
[1] En muchos países la política fiscal introduce impuestos para promover las actividades ecológicamente sostenibles a través de incentivos económicos.
Estas políticas pueden ser complementarias o prevenir los acercamientos al problema con soluciones de índole reguladora.
El nombre "ecotasa" proviene del prestigioso instituto norteamericano Worldwatch, en su informe denominado «El estado del planeta en 1995» que fue presentado en Washington D. C. subrayando la necesidad de que este tipo de gravámenes sustituyan parcialmente algunos impuestos.
Por ejemplo, los ingresos fiscales podría ser repartidos sobre una base "por cabeza", como parte de un esquema de renta básica; en este caso, los más pobres ganarían lo que el ciudadano promedio paga como impuestos ecológicos, menos su propia pequeña contribución (sin coche, pequeño apartamento, ...).
[6] En la región de Salzburgo, Austria, en 1992 se estableció una ecotasa con el fin de preservar el ambiente destinada a las segundas residencias, es decir, toda persona que comprara una casa para vacacionar debería pagar una cantidad adicional como compensación del impacto ambiental que produce.
[4] Mediante una importante reforma fiscal aprobada en 1993, Dinamarca sustituyó algunos impuestos laborales con los de recursos naturales y polución.
[4] En Cataluña, más precisamente en las Islas Medas, se les impone una ecotasa a los buceadores que quieran realizar dicha actividad en la reserva natural.
[6] El impuesto sobre el carbono se introdujo en Noruega en 1992 y es en la actualidad uno de los más elevados aplicables a las industrias.
Con esta reforma, el gobierno sueco esperaba que los demás países siguieran su iniciativa de impuesto sobre el carbono o medidas similares con respecto a la energía industrial, pero ello no fue así.
[4] En 1989 se introdujo un impuesto a los hidrocarburos y al NOx para el transporte aéreo nacional.