Históricamente se ha diferenciado del trabajo productivo tradicional porque se le consideraba consustancial a la condición de quien lo realizaba, mayoritariamente mujeres, lo que implicaba que no tenían porque recibir una retribución digna y en muchos casos ninguna retribución o pago ya que se suponía que dicho trabajo se realizaba por esa mima condición femenina o por responsabilidad o afecto familiar.
Es un campo de empleo ocupado en su mayoría por mujeres, por lo que su estudio suele vincularse con el feminismo.
Esta orientación histórica acaba haciendo de la ciudad un medio hostil para muchos colectivos -niños, discapacitados, ancianos, madres, jóvenes- que no pueden realizar actividades no productivas pero necesarias e imprescindibles para el equilibrio social y mental y la vida ordinaria -sentarse solos o en grupos a descansar, beber agua potable sin coste, pasear por lugares tranquilos, etcétera-.
Las redefiniciones del trabajo conllevan la ampliación del término, a partir de lo cual puede ser también entendido como una actividad que se realiza de manera no remunerada y en el ámbito doméstico[7].
Así, si en el ámbito doméstico hay alguien garantizando que el trabajador esté alimentado, tenga ropa limpia y pueda llegar a descansar a un espacio limpio, su empleador podrá asignarle jornadas más largas y tareas más pesadas[8].
Esta estructuración de la vida laboral depende en gran parte de la división sexual del trabajo, que asigna a los hombres actividades en el espacio público y a las mujeres en el espacio privado[9].
Otro aspecto importante del planteamiento hecho desde la perspectiva económica es que el trabajo de cuidados hecho en el ámbito doméstico hace una aportación económica importante, que se invisibiliza porque no se da siguiendo la estructura del trabajo asalariado[10].
ONU MujeresDe igual manera, remarca que la contribución del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado fue equivalente al 20.5% del PIB nacional durante el 2013, superando la aportación de sectores como la industria manufacturera y el comercio.
En México es claramente observable la doble jornada asumida por un gran número de mujeres.
Las tasas de participación se calculan en relación con la población que realiza la actividad.