El primer capítulo enfatiza el momento eclesiástico histórico que resulta de la implementación del sínodo Africano para el continente.
[2] El cuarto capítulo comienza con una mirada hacia el tercer siglo y esboza los desafíos actuales.
[2] El capítulo seis discute las expectativas teológicas y describe las áreas de preocupación.
Se describen como ejemplos la juventud, el flagelo del sida , los refugiados, la elevada deuda nacional y la dignidad de la mujer africana.
[2] En el capítulo séptimo y al final se vuelve a expresar que la misión es abierta y que la solidaridad pastoral es piedra angular en el camino hacia el nuevo milenio cristiano.