También existe un personaje, Durandarte, en el Romancero Viejo, famoso por su relación con Belerma, que personifica a la espada de Roldán.“Este Durandarte es parte de la musa castellana, desconocido en la literatura carolingia francesa, y cuyo origen es muy singular: el nombre Durandarte se aplicaba antiguamente a la espada de Roldán (pues las espadas de los caballeros llevaban nombres propios, como las dos del Cid: Colada y Tizona), pero un poeta vulgar castellano, poco enterado de esto, tomó el nombre como de persona y fantaseó sobre él la historia de un héroe, suponiéndole muerto también en Roncesvalles, como Roldán; supo adornar su invención con el sangriento legado que Durandarte hace al morir, lo cual dio al asunto una extraordinaria fama y popularidad” (Arellano, 77).En otras versiones Roldán arrojó la espada al agua antes de morir para evitar que cayera en manos enemigas.[1][2] Hay otra versión que dice que el caballero leonés Bernardo del Carpio, tras vencer a Roldán, cogió la espada Durandarte, con la cual fue enterrado posteriormente en Peña Longa (Aguilar de Campoo).Más tarde, Carlos I desembarcó en Laredo y, al pasar por Aguilar, se detuvo en la tumba de Bernardo del Carpio y tomó la espada, que le acompañaría durante gran parte de su vida.