En la parte musical, Jacinto Guerrero demuestra su buen hacer y conocimiento de los gustos del público, al crear melodías tan pegadizas como «El coro de segadores», o «La java», que en su día fueron muy populares.
Al quedar solos, llega Don Quintín acompañado de sus secuaces Sefini y Angelito.
En un solitario bar, Sanluqui, un simpático camarero, realiza varias labores de servicio sin ningún cliente.
Don Quintín ha alquilado el bar enteramente para poder tomar el café, y todo lo que se le antoje solo, sin necesidad de tener a nadie alrededor, pagando espléndidamente a Don Crótido, su dueño.
Llegan al bar Frasquito, un tocador de flamenco, y su hija Rosa, cantadora, los cuales vienen a amenizar una pequeña juerga para Don Quintín.
Llegan Teresa y Paco, el chófer que la saco de la casa, dispuestos a cenar.
En una plazuela de los barrios bajos, Don Quintín vigila junto con sus matones, Sefini y Laureano, la zona, buscando a Paco para ajustarle las cuentas.
Llega Felisa, acompañada de Manoli, un aspirante a torero, y entabla conversación con Angelito, el cual reclama informes sobre Teresa.
Paco, sale airado de la casa, desoyendo la suplica de su mujer y se encara con Don Quintín; los matones acuden a separarlos y le revelan, que esa mujer es su hija desaparecida, quedando Quintín desconcertado.
En una calle, los matones corren despavoridos ante Don Quintín, llega desesperado pidiendo explicaciones, se sienta en el suelo maldiciendo su suerte.