Después de la caída del Imperio austrohúngaro, vivió en circunstancias reducidas con su familia en España, Austria, e Italia.
Su padre, quien había seguido una carrera en el ejército, era también un inventor, con un número de patentes militares a su nombre.
Su educación estuvo basada en idiomas, y además de su nativo alemán, aprendió francés, español, húngaro e italiano.
Pasaban las vacaciones en Italia, donde la infanta Blanca poseía una propiedad rural cerca de Viareggio.
En enero de 1919 llegaron a Barcelona, donde se asentaron por casi una década, viviendo modestamente.
En los años siguientes la turbulenta situación política en España durante la Segunda República española hizo que la familia regresara a Austria.
Pudieron alquilar tres habitaciones en su antigua residencia en Viena, el Palacio Toscana.
Tiempo después, y habiendo sido él enviado como jefe de telecomunicaciones a Lérida, la archiduquesa decidió seguirle hasta aquella ciudad donde convivieron en el palacio de telecomunicaciones.