Antonio Ponz hablaba de un viaje a Roma que no se ha confirmado documentalmente.
[2] El testamento le muestra como un hombre trabajador y ahorrador, con medios económicos suficientes pero sin lujos en la casa, donde lo que más abundan son sus propios cuadros y las herramientas de trabajo que conservará con él para utilizarlas en su nueva vida.
Dejaba numerosos cuadros, algunos bosquejados y mencionaba otros que se le debían.
[3] Pero además, según Ameyugo, la propia monja habría sido cliente del pintor, a quien encargó un retrato de Cristo en lámina pequeña, conforme se le aparecía en sus visiones, pagado con los tres reales de a ocho que milagrosamente le proporcionó una talla del Niño Jesús.
[1] Ninguno de estos cuadros se conoce, aunque tras las desamortizaciones que acabaron con los conventos que los conservaban pudiera haber pasado alguno al museo de Burgos.
Sin embargo, las pinturas a las que así se refería eran muy probablemente los seis cuadros del trascoro, pintados por Juan Ricci.