[2][3] Juan probablemente inició su aprendizaje como pintor con su padre, aunque Antonio Palomino afirma que se formó en el taller de Juan Bautista Maíno, lo que en opinión de Pérez Sánchez desmiente su obra, de un tenebrismo estricto aplicado con pincelada ligera que, en ocasiones, parece dejar las obras inacabadas.En ese año algunos pintores revocaron los poderes que anteriormente habían otorgado a Vicente Carducho, Eugenio Cajés, Bartolomé González, Santiago Morán y otros para la celebración de dichas reuniones.[8] Posteriormente marchó al Colegio de San Vicente en Salamanca, en cuya Universidad se matriculó por primera vez en el curso 1638-1639, permaneciendo allí hasta 1641.Pero la primera salida, en septiembre de 1642, se debe a un incidente con el médico del pueblo, con quien tuvo «algunas Causas y palabras».[22][23] No paró mucho tiempo en Silos a donde había vuelto en mayo de 1648.Es posible que fuese llamado a pintar en el monasterio ese mismo año, pues fue también entonces cuando resultó elegido abad fray Ambrosio Gómez, bajo cuyo mandato, extendido hasta 1657, se llevaron a cabo las obras del retablo mayor, dorado entre 1654 y 1656.[26] El lienzo central, con san Millán entrando en batalla sobre un caballo (o quizá mejor sobre un unicornio) lanzado a galope tendido, aun contando con el posible precedente del desaparecido retrato del Cid que había pintado para San Pedro de Cardeña, se aleja de sus habituales motivos monásticos, de un carácter siempre mucho más estático.Pero sus carencias para crear un efecto verdaderamente dinámico se ven compensadas por su rico colorismo barroco de pincelada suelta y vibrante.El asunto representado, alguna vez interpretado como la intervención milagrosa de san Millán en la batalla de Hacinas,[27] podría reflejar con mayor probabilidad la legendaria intervención del santo en la batalla de Simancas en socorro del ejército castellano del conde Fernán González.Por fin, en la escalera de la sacristía se encontraba una obra de grandes dimensiones, hasta siete metros, denominada San Benito y el árbol genealógico benedictino.[32] En ellos siguen dominando los intensos efectos de claroscuro, pero a estos añade un sentido nuevo del color, particularmente en las figuras de las santas vestidas con ricas galas.[35] Se desconoce, sin embargo, en qué momento de su carrera pudo Rizi abordar un conjunto tan amplio y si lo hizo todo de una vez o en distintas etapas.Su asunto, habitualmente entendido como la última misa de san Benito, podría contrariamente tratarse de la Primera misa de san Benito, cuando según una tradición teológicamente controvertida pero defendida por los monjes benitos españoles, al pronunciar las palabras de la consagración (Este es mi cuerpo) le respondió la Hostia con las palabras inscritas en el cuadro: INMO TUUM BENEDICTE, y también tuyo, Benito.El proyecto, al parecer solo esbozado, lo intercaló en un discurso titulado Inmaculatae Conceptionis conclusio, presentando en el dibujo más elaborado una fuente con algunas figuras femeninas desnudas a caballo rodeando un pedestal con el retrato y el escudo de Alejandro VII, formado por seis montañas, sirviendo todo ello de basa a una gran columna salomónica sobre la que reposaría una imagen de la Inmaculada Concepción.[52] Por razones que se desconocen, no retornó a España una vez obtenido el cargo de predicador general y, al contrario, entró en contacto con la Congregación Cassinense.[53] Es posible que inmediatamente se incorporase a la Abadía de Montecassino, donde decoró la capilla del Santísimo Sacramento, destruida durante la Segunda Guerra Mundial.Dos son especialmente interesantes por su iconografía: la que se encuentra en la bóveda, muy maltratada, que representa una Alegoría de la Santísima Trinidad, a la que anteriormente estuvo dedicada la capilla, en forma de tres niñas iguales en torno a un crucifijo, imagen que con variantes reproduce un dibujo con el que se abre el tratado de la Theologia Escolastica en el manuscrito 539 de la biblioteca de Montecassino;[56] y el lienzo del ático del retablo: Cristo y Nuestra Señora, que sujetan el cáliz con la Hostia y la paloma del Espíritu Santo, siendo el modelo de la Virgen una doncella vestida igual que las jovencitas de la alegoría trinitaria.Más convencionales son los seis lienzos alargados restantes, con figuras de santos, siendo en ellos lo más destacable la perduración de las fórmulas claroscuristas características del pintor, por completo ajenas a lo que se hacía en Italia en estas fechas, y la apariencia de trabajo rápido, inacabado, utilizando colores cálidos.Allí llevó, al decir de sus biógrafos cassinenses, una vida devotísima de la Virgen María, entregado a largos ayunos y penitencias, durmiendo con la ventana abierta y celebrando misa de madrugada a la vez que entregado a la actividad artística e intelectual.[60] Escribió allí, habitualmente en latín con glosarios en diferentes lenguas, diez libros agrupados en ocho códices conservados en la biblioteca del monasterio; tres son Comentarios sobre la Sagrada Escritura, que abarcan desde el Génesis hasta el Libro de los Salmos, dos tratan sobre teología dogmática y moral, con comentarios a la Suma Teológica de Tomás de Aquino; otro, titulado también Teología Escolástica, se divide entre un tratado sobre la Trinidad y un glosario bíblico, dedicando los dos restantes a las matemáticas (Mathematicarum elementum) y a la arquitectura, con una copia del Epítome dedicada a la duquesa de Béjar agrupada con otros escritos en castellano dedicados a la misma señora sobre cuestiones varias, desde aspectos de retórica hasta una explicación de la liturgia de la misa.[63] Con su nutrida colección de dibujos arquitectónicos y anatómicos la Pintura sabia se encuentra a caballo entre la cartilla de dibujo y el tratado erudito propiamente dicho, más práctico que teórico pero con un extenso glosario dedicado a los más variados asuntos.[64] Las fuentes para los dibujos anatómicos serían los tratados de Andrea Vesalio y Juan Valverde de Hamusco, del que procederían particularmente los dibujos del útero y el embarazo.
La Virgen de Montserrat
, hacia 1645, óleo sobre lienzo, 264 x 167,5 cm,
Barnard Castle
,
Durham
, Bowes Museum.
San Benito bendiciendo el pan
, hacia 1645, óleo sobre lienzo (168 x 148 cm.) Madrid,
Museo del Prado
. Procedente de San Juan de Burgos es una de las primeras obras conservadas de Rizi, aunque hombre ya maduro, y de las más representativas de las constantes de su estilo.
Fray Alonso de San Vítores
, óleo sobre lienzo, 210 x 169 cm,
Museo de Burgos
.
San Millán en la batalla de Simancas
, tabla central del retablo mayor de la iglesia del
Monasterio de San Millán de Yuso
. El motivo representado, la legendaria intervención del santo en socorro del ejército castellano del conde
Fernán González
, recogía un hecho clave en la historia del cenobio, pues en él fundaban los monjes benedictinos los llamados
Votos de san Millán
.
Fernán González
,
Monasterio de San Millán de Yuso
. Inscripción: «
EL CO[N]DE FERNAN GO[N]ZALEZ SEÑOR Đ / CASTILLA CO[N]CEDIO LOS VOTOS A N. P. S. MILLA[N]
».
La misa de San Benito
, óleo sobre lienzo, 281 x 212 cm, Madrid,
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
. Procedente del desaparecido convento de San Martín de Madrid, por su tamaño, la riqueza de color y la monumentalidad de sus figuras está considerado como el óleo más ambicioso en la producción de Rizi.
La exaltación de la
Inmaculada Concepción
y el orden salomónico, dos de las constantes preocupaciones de fray Juan Rizi, se funden en este dibujo del tratado de
Pintura Sabia
, manuscrito conservado en la Biblioteca de la
Fundación Lázaro Galdiano
.