Diccionario de la Academia Francesa

El pueblo llegó a creer que el cardenal, al fijar la lengua, estaría preparando un pretexto para imponer tasas a aquellos que no cumpliesen las normas.

La redacción del Diccionario de la Academia Francesa se caracteriza por su extrema lentitud.

Además, se encargaron de confeccionar el suyo durante más de cincuenta y cinco años cuando Antoine Furetière hizo imprimir, en 1690, su propio Diccionario universal en La Haya con Arnout y Reinier Leers.

El mismo título de esta obra, que contenía todas las palabras francesas, tanto antiguas como modernas, así como los términos empleados en todas las ciencias y artes, incluye una enumeración de cincuenta y ocho temas.

[6]​ Las «artes liberales» se definieron como «aquellas que pueden ser practicadas por un hombre de condición libre, ingenuo y sin máquina.

Une autre fois, elle étoit en peine sur une attribution du mot « officialité » ; les bureaux furent partagés si opiniâtrement, qu’il fallut que le partage fut levé par Pierre le Petit, portier de l’Académie.

Furetière admitía por su parte que los literatos ilustres no habían participado en absoluto en el diccionario redactado por diez o doce miembros sin nombre ni autoridad, de ahí los errores de la primera edición tan a menudo recompuestos desde entonces y cuya rectificación supuso tantos esfuerzos.

De esta manera, Gomberville y otros habían propuesto suprimir de autoridad palabras tales como «car, pourquoi, d’autant, cependant, oncques, or, toutefois, or donc, partant, le dit, la dite, lequel, laquelle, un quidant, un tel, une telle».

Intimidados por la hostilidad y hartos de las apasionadas críticas, los académicos juzgaron oportuno, con motivos prudentes y a menudo demasiado modestos, suprimir las etimologías, las palabras empleadas por autores antiguos, la historia de los orígenes, los términos relativos a las artes y a las ciencias, las expresiones demasiado novedosas, todas las nociones que podrían estar ligadas a una doctrina, las formas variadas de las palabras y la guía fonética.

Esta reserva se debe a que muchos de ellos formaban parte de la Academia, y ésta fue lo suficientemente escrupulosa en este aspecto como para no proponerse a sí misma como modelo.

Además, registró los proverbios y los dichos populares que, por lo general, constituían notorias anomalías respecto de la pureza, la elegancia y la nobleza de la lengua elevada, única admitida por la Academia.

No se sabe por tanto si serán admitidas las palabras «remue-méninges» (tormenta de ideas) y «sérendipité» (serendipia).

Cuarta edición de 1768 en dos volúmenes.
Los redactores del Diccionario de la Academia Francesa .