Un dictador era un magistrado de la República romana al que se le confería la plena autoridad del Estado para hacer frente a una emergencia militar o para emprender una tarea específica de carácter excepcional.
Se nombraron dictadores con frecuencia desde los primeros tiempos de la República hasta la segunda guerra púnica, pero la magistratura quedó en suspenso durante más de un siglo, hasta que fue restablecida en una forma significativamente modificada, primero por Sila y luego por Julio César.
Sin embargo, el uso del término dictator para referirse al magister populi parece haber sido una práctica generalizada desde los primeros tiempos.
Las tres más comunes eran rei gerundae causa ('para que así se haga'), utilizada en el caso de dictadores designados para ejercer un mando militar contra un enemigo específico; comitiorum habendorum causa ('celebración de comitia, o elecciones') cuando los cónsules no podían hacerlo; y clavi figendi causa, un importante rito religioso que consistía en clavar un clavo en la pared del templo de Júpiter Óptimo Máximo como protección contra la peste.
[Nota 10] Un dictador podía ser obligado a dimitir de su cargo sin cumplir con su tarea o con su mandato si se descubría que había faltado a los auspicios bajo los cuales había sido nominado.
[32][33][13] Además de ejercer el mando militar y llevar a cabo las acciones para las que fue nombrado, también podía convocar y presidir cualquiera de las asambleas legislativas del pueblo romano, incluido el Senado.
[31] La extensión del poder dictatorial era considerable, pero no ilimitada, ya que estaba limitada por las condiciones de su nombramiento, así como por el desarrollo de las tradiciones del derecho romano y no podía elaborar leyes (aunque sí aprobar decretos),[34] y dependía en gran medida de la capacidad del dictador para trabajar junto con otros magistrados.
Sin embargo, por regla general no podía sobrepasar el mandato para el que había sido nombrado; así, un dictador designado para convocar unas comitia no podía asumir un mando militar contraviniendo la voluntad del Senado.
[Nota 13] Algunos dictadores nombrados para un mando militar también desempeñaron otras funciones, como celebrar unas comitia, pero presumiblemente lo hicieron con el consentimiento del Senado.
[2][30] Por lo general los dictadores eran cónsules y no está claro si el imperium de un dictador podría extenderse más allá del consulado para el que fue nombrado; Theodor Mommsen consideraba que su imperium terminaba al tiempo que su consulado, pero otros autores opinan que podría continuar más allá del final del año civil y de hecho hay varios ejemplos en los que un dictador parece haber iniciado un nuevo año sin ningún cónsul, aunque algunos estudiosos dudan de la autenticidad de estos «años dictatoriales».
Su imperium era equivalente al de un pretor y estaba escoltado por seis lictores, la mitad del número concedido a los cónsules.
[35] En teoría era el comandante de la caballería, pero no se limitaba a ese cometido.
[2][11] El magister equitum estaba forzosamente a las órdenes del dictador, aunque esto no siempre evitó que los dos estuvieran en desacuerdo.
[35][Nota 18] Durante los dos primeros siglos de la República, la dictadura fue un medio expeditivo que permitía, salvaguardando la Constitución romana, crear con rapidez una magistratura poderosa para hacer frente a situaciones excepcionales.
[51][Nota 19] Después de la segunda guerra samnita, la dictadura se limitó casi exclusivamente a actividades domésticas.
[2][35] Cuando invadió Sicilia en 249 a. C., Aulo Atilio Calatino se convirtió en el único dictador que comandó un ejército fuera de Italia y fue el único dictador que tuvo mando militar durante la primera guerra púnica.
[25] Los últimos dictadores que dirigieron un ejército sobre el terreno fueron Quinto Fabio Máximo Verrucoso en el año 217 y Marco Junio Pera al año siguiente, durante las primeras fases de la segunda guerra púnica.
Poco antes de su asesinato en el año 44 a. C., César fue nombrado dictador vitalicio dictator perpetuo rei publicae constituendae y se le otorgó el poder de nombrar magistrados a su voluntad.