Sila

La posteridad ha estado muy dividida en su juicio sobre Sila, considerado por algunos un monstruo sanguinario y elogiado por otros a causa de sus dotes políticas.

Líderes posteriores como Julio César seguirían su precedente para alcanzar el poder político a través de la fuerza.

Sila trabó amistad con el mismo y logró convencerlo para que traicionara a Jugurta, apresándolo para los romanos (105 a. C.).

En estos juegos, los romanos vieron por vez primera combatir a cien leones que había enviado su amigo Boco I.

Solo el estallido de la guerra social contuvo a las facciones y evitó que se lanzaran la una contra la otra.

El mayor éxito lo obtuvo como legado, en la región costera de la Campania y, poco después, en el Samnio, al mando del cónsul Lucio Julio César, donde logró sorprender al general samnita Papio Mutilo y conquistar la ciudad de Bovianum.

Los graves problemas que sacudían la península eran observados con interés por el resuelto rey del Ponto, Mitrídates VI.

Sus fricciones con la República romana no eran nuevas, pero ahora que Roma se enfrentaba a sus propios aliados, le pareció al rey el momento perfecto para intentar una política de hechos consumados y extender sus dominios en Asia Menor.

Las fuentes antiguas son unánimes considerando que los problemas surgieron cuando los populares, apoyados por los caballeros, prepararon la reaparición pública de Mario, quien deseaba para sí el mando militar sobre Oriente.

[cita requerida] Pero, paradójicamente, estuvo obligado por las circunstancias a apoyar su vigencia en las mismas causas que precipitaban su destrucción.

Sila eliminó esta resistencia por el expeditivo recurso de mandar incendiar las casas, mientras sus más comprometidos adversarios buscaban en la huida su única salvación.

La matanza conmocionó a Roma, y al parecer solo entre las filas de los nobiles hubo 100 muertos.

Tras su desembarco en Dirraquio, entre los años 87 a. C. y 85 a. C., Sila luchó contra las fuerzas de Mitrídates en Grecia, dirigidas por Arquelao.

Entretanto, su lugarteniente Lucio Licinio Lúculo también fue enviado a requisar barcos y dinero en distintos puertos del Levante mediterráneo.

[24]​ Durante este durísimo cerco, el romano habría contraído la sarna debido a las condiciones antihigiénicas de su campamento.

Sila no perdió el tiempo y ocupó una colina llamada Filoboeto, que nacía en las estribaciones del Monte Parnaso.

En vista del fracaso, Arquelao trató de lanzar su ala derecha contra la desprotegida izquierda romana.

[28]​ Tan pronto amaneció, Arquelao se dio cuenta de la trampa que Sila le había preparado.

Para ese momento, Metelo se había ya sublevado en la estratégica África, Craso estaba reclutando tropas entre su clientela hispánica y Pompeyo hacía lo mismo en el Piceno.

Frente a sí encontró un ejército comandado por Papirio Carbón y Mario el Joven, sucesores de Cina.

El interrex Valerio Flaco recibió una carta de Sila, en la que este le sugería que, dada la situación, se hacía necesario elegir a un dictador por un plazo de tiempo no determinado, pero tan largo como fuera necesario, para restaurar el orden gubernamental destruido por la guerra civil.

No obstante esta cobertura legal, la dictadura silana apenas tenía algo en común con la vieja magistratura romana.

Al día siguiente, 3 de noviembre, reunió los comicios y profirió terribles[cita requerida] amenazas contra sus enemigos.

Su régimen no perdonó ni a los muertos, ya que las cenizas de Cayo Mario fueron exhumadas y arrojadas al Anio.

Roma pasaba a tener diez provincias: Sicilia, Córcega y Cerdeña, Galia Cisalpina, Galia Transalpina, Hispania Citerior, Hispania Ulterior, Iliria, Macedonia, Acaya[cita requerida] y Asia (además de Cilicia, que no sería constituida como provincia hasta 63 a. C.[cita requerida]).

Estas provincias serían gobernadas por los dos cónsules y los ocho pretores al final de sus mandatos en Roma.

También redactó algunas leyes sobre aspectos menores de la constitución romana: Por último, amplió el pomerium, lo cosa que no se hacía desde tiempos del rey Servio Tulio, y dio una nueva escala a los monumentos, con lo que comenzó la gran arquitectura urbana romana.

[40]​ Fue con gran sorpresa que Sila renunció repentinamente a la dictadura y se retiró del poder, convirtiéndose en un simple privatus.

[cita requerida] Sin embargo, ya que Apiano afirma tajantemente que Sila aún era dictador cuando asumió el consulado, otros historiadores sitúan su renuncia a fines del año 79, coincidiendo con el término del año legal de mandato y la proclamación de los nuevos cónsules.

En consecuencia, el relato de Plutarco —el más largo y detallado que ha llegado hasta nosotros— ha sido aceptado por la historiografía sin demasiada crítica.

Numidia en tiempos de la guerra de Jugurta.
Las migraciones de cimbrios y teutones.
La derrota de los cimbrios (1833), por Alexandre-Gabriel Decamps ( Museo del Louvre ).
Asia Menor en vísperas de la primera guerra mitridática
Denario de Sila acuñado en la ceca militar que viajó con él a Oriente después de su exitosa campaña contra Mitrídates VI. La cabeza de Venus con diadema a la derecha refleja la creencia de Sila de que Venus le otorgó la victoria contra Mitrídates. A la izquierda se ve capis y lituus entre dos trofeos; estos trofeos se refieren a las batallas de Queronea y de Orcómeno.
La ciudad de Roma durante los tiempos de la república. Grabado de Friedrich Polack, 1896.