Se entiende por diálogo (del griego antiguo διάλογος) un género literario clásico que fue cultivado en la Grecia antigua y fue revitalizado en el Renacimiento por el humanismo, sobre todo por Erasmo de Róterdam y sus seguidores (erasmistas).
Si existe alguna ambientación desarrollada, suele ser tópica: un locus amoenus compuesto de tres elementos: sombra de árboles, agua cercana (un río, una fuente, un lago) y un verde prado: un lugar propicio a la conversación meditada y serena.
Como nada escribió este filósofo, se conservan solamente los compuestos por su discípulo Platón y los de otros autores.
En Roma, Cicerón aportó al género cierto marco paisajístico y aumentó la dimensión de los parlamentos transformándolos a veces en auténticos discursos y Séneca lo utilizó para tratar las cuestiones morales en que tanto se centraba el estoicismo.
Se volvió además un género propicio para el adoctrinamiento mecanizándose en forma de preguntas y respuestas en torno al tópico literario del puer-senex (joven que pregunta al viejo más experimentado) (catecismo), o se convirtió en mero pretexto para exhibir el ingenio entre los trovadores (debate).