[1] El proceso fue a menudo desordenado, caracterizado por la agitación política, los disturbios generalizados y las revueltas organizadas.
Tras la Primera Guerra Mundial, los movimientos independentistas africanos tomaron relevancia, que culminaría en el proceso de descolonización.
[8] En 1914, con excepción de Etiopía y Liberia, la totalidad del territorio africano estaba controlado por las potencias europeas.
[9] Francia e Inglaterra contaban con mayores posesiones, pero Alemania, Bélgica, España, Italia, Portugal y Turquía también tenían colonias.
[11] En la actualidad, casi todos los países europeos se han retirado de territorio africano.
Solo Australia, España, Francia, Noruega, Portugal y el Reino Unido mantienen el control de pequeñas islas frente a las costas africanas.
[17] Julius Nyerere, primer presidente de Tanzania, fue un reconocido panafricanista e impulsor del socialismo africano.
La propaganda alemana durante la guerra tuvo un papel muy importante en este desafío al poder británico.
Debido a que Japón había comenzado su proceso imperialista en el lejano oriente, se produjo una escasez de materiales como el caucho y algunos minerales.
África se vio obligada a hacer frente a esta escasez, beneficiándose enormemente de dicho cambio: las industrias locales emergentes trajeron nuevos pueblos, y las ciudades existentes doblaron su tamaño, crecimiento social e industrial trajo más alfabetización y con ella los periódicos pro-independentistas.
[114] Eric Hobsbawm señala que en muchos casos, particularmente en las ex colonias francesas, británicas o belgas, la independencia solo tuvo un carácter formal, ya que los nuevos estados mantenían los antiguos vínculos de dependencia económica y cultural.