El cuento es narrado por alguien que dice haber conocido a Nathanael.
Comienza con tres cartas: Nathanael recuerda su terror infantil del legendario hombre de arena.
Cree que este hombre, según los cuentos de su madre, arrancaba los ojos de los niños, echándoles arena hasta sangrar, y luego se los llevaba como alimento a sus hijos.
Después de una pelea entre Nathanael y Lotario, los tres se reconcilian, y Nathanael parte de nuevo a la otra ciudad, para recibir las clases del profesor Spalanzani.
Incluso el protagonista mismo entiende que su miedo a Coppola viene de su niñez y del cuento del “Hombre de la arena” (lo escribe en la carta a Lotario).
La madre siempre hablaba tristemente y se ponía triste cuando Coppelius estaba.
Por siempre, la figura del hombre de la arena constituirá un símbolo traumático que le angustiará.
Así, destaca de mismo modo la absurdidad del cuento porque fue narrado por un personaje secundario y anónimo (sin nombre).
Clara es la prometida del protagonista y la hermana de su amigo Lotario (a quien se dirigen las cartas).
“Por esta razón Clara fue acusada por muchos de ser fría, prosaica e insensible.
Pero otros, que veían la vida con más claridad, amaban fervorosamente a esta joven y encantadora muchacha”.
Por lo tanto, Clara sirve como contrapunto de Nataniel: racionalidad e ilustración vs.
Por su racionalidad le parece a Nataniel como un “autómata inanimado”, y no se siente comprendido por ella porque sus caracteres son tan diferentes.
Encarna al filisteo, figura que el autor crítica en varias obras suyas: es razonable y prudente, flemático, sin emociones y no tiene ni espíritu ni alma (inanimado como un autómata) y vive conforme con las normas sociales sin prestar atención a sus necesidades (un ciudadano filisteo ejemplar).
Sin embargo, las dos figuras se parecen y, probablemente, eso es una razón por la que Nataniel se enamoró de ella: A Clara le llama “autómata inanimado”, aunque es Olimpia la verdadera autómata.
[11] Además, sufren el mismo destino: son marginados de la sociedad o bien esperpentos (Olimpia al principio, ‘vivía’ oculta por su padre-creador, Spalanzani, porque no es un ser humano y resulta “muy inquietante, no quieren tener nada que ver con ella”; Nataniel por su trauma y su locura y porque no corresponde al hombre ideal del filisteo).
Asimismo, Lacan se refiere a este cuento en su seminario sobre la angustia, en el Libro X.