[1] Estos objetos, que luego darían lugar a estudios arqueológicos específicos, se colocaban por multitud de motivos, enterrados principalmente en templos, palacios (como en la Persia aqueménida), fortalezas o incluso en muros o estatuas de reyes.En los edificios, probablemente para garantizar que los dioses y las generaciones futuras conocieran a su constructor y, a veces, la fecha de su finalización, además de tener una función apotropaica.En Mesopotamia, están documentados depósitos fundacionales desde la época sumeria, donde se enterraban objetos para conmemorar la construcción de determinados edificios y/o como escudo apotropaico.[2] Los depósitos se situaban preferentemente en los complejos templarios, en las cimentaciones de las esquinas o del eje axial del complejo, en los pilonos, patios, salas hipóstilas, capillas...[2] También están documentados bajo tumbas reales, así como bajo tumbas privadas.Los ejemplos más antiguos datan del período dinástico temprano (Buto), existen en el Valle de los Reyes durante las dinastías XVIII y XX y hasta las más recientes del periodo cristiano.