Decretales Pontificias

Las Decretales Pontificias son las cartas de los papas, escritas entre los siglos iv al xv, por las que estos, imitando el estilo de la cancillería imperial, comunicaban sus decisiones referentes sobre todo a cuestiones disciplinares.

Tradicionalmente se considera como la más antigua la decretal dirigida por el papa Siricio a Eumerio, metropolita de Tarragona, el año 384, aunque en realidad se conserva otra anterior del papa Julio I (337-352).

Aunque la mayor parte de estas cartas llevan un destinatario concreto e individualizado, sus decisiones tuvieron alcance universal, pues copiadas una y otra vez y difundidas para su conocimiento y lectura por las diversas iglesias, ya desde los primeros años del siglo vi se formaron diversas colecciones de sólo Decretales como la Tesalonicense o la Avellana (555), o de Concilios y Decretales como la «Dionisiana» (498-514) o la «Hispana» (634), constituyendo así una de las fuentes fundamentales del Derecho canónico.

El prestigio y acatamiento general que encontraban esta clase de documentos pontificios movió a mediados del siglo ix a un grupo de clérigos francos a fabricar una serie de más de 60 Decretales apócrifas, acordes con sus ideas reformadoras y favorables a sus intereses, que atribuyeron a los Papas de los tres primeros siglos; las Falsas Decretales o Decretales pseudoisidorianas fueron ampliamente utilizadas a partir de la segunda mitad del siglo xii por los reformadores gregorianos, ya que la falsa atribución, sospechada ya en el siglo xv, no fue descubierta hasta el siglo xvi.

Estas cuatro colecciones junto con las Decretales de Gregorio IX y el Decreto de Graciano constituirán a partir del siglo xvi el «Corpus Iuris Canonici».

El Decreto de Graciano representa un paso importante para la consolidación del Derecho de la Iglesia católica .