Recién llegado a Barcelona, fue nombrado canónigo en Barcelona y pavorde (1223), si bien renunció a tales distinciones e ingresó en la Orden de Predicadores, congregación que había conocido en Bolonia.
Con Jean d'Abbeville viajó hasta Roma, en donde alcanzó el rango de capellán y penitenciario (1232) del papa Gregorio IX,[3] quien le encargó la elaboración de las Decretales.
Gregorio IX le ofreció el arzobispado de Tarragona, pero cansado y enfermo, lo rechazó junto a los otros honores papales, retirándose al Convento de Santa Catalina, en Barcelona (1236).
Su intervención en todos los asuntos religiosos relevantes de la Corona queda patente en el hecho que cuatro diócesis (Barcelona, Vich, Lérida y Gerona) fueron dirigidas por dominicos.
[4] Pero la obra más importante y conocida son las Decretales de Gregorio IX, promulgadas por este papa en 1234.
Se le atribuían diferentes milagros y hechos extraordinarios en virtud de su intercesión, entre los cuales se destaca la utilización de su capa como embarcación para llegar a Barcelona desde Sóller.
Para celebrarlo, se llevaron a cabo dos certámenes poéticos en Barcelona en los que hubo participación castellana y catalana y de los que Rebullosa publicó un libro (Relación, 1601).