Entre 1982 y 1985, América Latina pagó 108 mil millones de dólares en intereses por las obligaciones vencidas.
Para inicios de la década de 1990, América Latina ya estaba recuperándose de la crisis, la cual sin embargo reconfiguró el panorama económico de la región: Aquellos países que previamente habían sido las potencias regionales como Argentina, México y Venezuela quedaron con diversas secuelas que no han sido superadas, mientras que naciones más rezagadas como Chile, Brasil, Perú y Colombia han destacado en las últimas décadas por un alto crecimiento económico y un mayor bienestar social en términos relativos.
Pese a su éxito inicial, una política económica demasiado expansiva provocó que la Argentina no pudiese concretar sus pagos, lo cual se tradujo en un gradual deterioro económico que llegaría a su más álgido punto entre 1989 y 1990, con dos escenarios de hiperinflación.
Los hidrocarburos en Bolivia aún no se habían desarrollando lo suficiente para tener una gran peso en la economía.
La situación económica causó una importante crisis política que en 1985 puso fin a 20 años de dictadura militar en Brasil y el regreso de la democracia al alero del Partido Social Demócrata.
Para entonces, se hizo imperativa la necesidad de adoptar una política fiscal que pudiera mantener al sector público sin recurrir a la inflación.
Su sucesor, el vicepresidente Itamar Franco nombró como Ministro de Finanzas a Fernando Henrique Cardoso, quien entre 1993 y 1994 desarrolló el Plan Real, el cual estabilizó la economía mediante una mayor liberalización de la economía, paridad con el dólar y balance presupuestario.
[2] Para 1984 el Estado controlaba más la economía que el gobierno socialista de Salvador Allende previo al golpe militar.
Los historiadores Gabriel Salazar y Julio Pinto Vallejos han respondido que este tipo de crisis son debilidades inherentes del modelo liberal, o en su defecto, de su brusca implementación.
[6] Algunas de las consecuencias económicas que se suscitaron incluyeron desabastecimiento, hiperinflación, una devaluación acelerada del colón y un alto malestar popular.
Después del auge petrolero previo al Gobierno del presidente mexicano José López Portillo (desde 1976 a 1982), el Gobierno mexicano empezó a depender en gran medida de la exportación petrolera para apoyar las necesidades financieras en el país.
No obstante, la pesada burocracia y una tasa de cambio sobrevaluada por la paridad del nuevo peso y el dólar junto a la inestabilidad política en el sur del país detonaron una crisis económica en 1994, que afectó a la economía de toda América, con repercusiones hasta la fecha.
[13] Ya en la segunda mitad de los 80, con la democracia reinstaurada, en el primer gobierno de Julio María Sanguinetti, la economía pudo recuperarse (aunque con ciertas complicaciones) y siguió en los 90 con Luis Alberto Lacalle y en el segundo gobierno de Sanguinetti, aunque los problemas volvieron a aparecer en el 99 que terminaría desencadenando en la crisis del 2002.
La economía venezolana aprovechó los altos precios del petróleo durante la crisis petrolera de la década de 1970 y del superávit que esta le proveía; esto fue el detonante para que el Gobierno de Carlos Andrés Pérez nacionalizara las industrias básicas y se endeudara con el exterior en una época conocida como la "Venezuela Saudí".
En 1981 y 1982 el crecimiento fue prácticamente nulo, y para 1983 la deuda externa se tornó impagable, por lo que el gobierno de Luis Herrera Campíns se vio obligado a devaluar la moneda en el episodio conocido como el "Viernes Negro".
Sin embargo la quiebra estructural del mercado interno, la falta de soberanía económica y alimentaria, generó una escasez gradual.
Con este gran respaldo electoral, el gobierno de Pérez buscó liberalizar la economía, a diferencia de su primer gobierno, imponiendo su desregulación a través de un programa de ajustes macroeconómicos promovido por el Fondo Monetario Internacional (FMI), al que se le llamó "Paquete Económico" incluyendo decisiones sobre política cambiaria, deuda externa, comercio exterior, sistema financiero, política fiscal, servicios públicos, privatizaciones y política social.
[14] Durante los años 90, el estancamiento económico se agudizó, generando el desprestigio de la clase política venezolana y el creciente apoyo a políticas más radicales, desembocando en numerosas revueltas e intentonas golpistas, y finalmente, el ascenso del chavismo para finales de siglo.
Varias publicaciones, incluyendo El País y CNN en Español, han indicado que el decenio a partir de 2012 marcaría una "segunda década perdida" para Latinoamérica, debido a la estrepitosa caída de los índices económicos regionales.
Durante los años 2016 y 2017 la actividad económica latinoamericana decreció por primera vez desde 2002, mientras que en 2018 apenas superó el 1%.
La pobreza en el subcontinente también creció a partir de 2014, por primera vez desde la década del 80.