El orificio de entrada se sitúa completamente en el plano horizontal.
La superficie está cubierta por una capa poco potente de arcilla, debido al arrastre del agua, pareciendo en áreas iluminadas por la luz solar zonas verdosas donde crecen musgos y líquenes.
Se observan por toda la bóveda pequeñas estalactitas embrionarias, definidas geológicamente como macarrones, junto con banderas y coladas de diferentes dimensiones.
[1] En ellos, Don Quijote desciende al fondo de la cueva, quedándose profundamente dormido por espacio de una hora, lo que al personaje le parecieron tres días, lapso en el cual tuvo el mágico sueño en el que se encuentra con el propio Montesinos, personaje recurrente de la épica castellana.
[2] En 1895, Charles Bogue Luffman, en su libro A Vagabond in Spain, habla de la cueva como «una gran cámara que se abre a la izquierda según se desciende» y añade una serie de comentarios corrigiendo ciertas imprecisiones que, a su juicio, habría cometido Cervantes.