Cuestión Christie

Iniciado en 1862 por las acciones del cónsul británico William Dougal Christie, llevó en 1863 a la ruptura de relaciones entre ambos estados, las que solo se restablecerían en 1865.Pese a que con el tratado las tensiones entre ambos países habían disminuido a raíz de la terminación (o más bien reducción) del tráfico negrero, la percepción del acuerdo como una humillación nacional influiría en los futuros acontecimientos.El subdelegado Delfino Francisco Goncalvez le informó que se habían encontrado y sepultado diez cuerpos, ocho hombres, una mujer y una niña, pudiéndose identificar solo el del comandante del navío, John McKinnon.Baillie transmitiera sus órdenes a la Estación Naval del Atlántico Sur, comandada por el contralmirante Richard Laird Warren, para que pusiera a disposición de Vereker la fuerza naval necesaria para acompañar sus gestiones.Callado reiteraba las dificultades en encontrar a los verdaderos culpables y afirmaba que los sospechosos habían ya huido al Uruguay.Mientras el centinela golpeaba nuevamente con la culata de su fusil a Clemenger, el resto de los guardias se abalanzó sobre sus compañeros reduciendo al teniente Pringle que llevaba un bastón por toda arma y a Hornby.[5]​ Tras lo que los oficiales británicos coincidirían en calificar «el asalto más injustificable y brutal contra mi persona y libertad» fueron conducidos a la guardia, donde se identificaron ante el oficial de guardia y tras escribir una nota que el oficial se comprometió en entregar al consulado a primera hora del siguiente día, fueron confinados.[5]​ Encontrando cerrado el consulado, Saumarez se dirigió a la central de policía.Warren no se limitaba a notificar los hechos sino que requería la colaboración del cónsul para obtener del Gobierno brasileño una investigación del «atroz ultraje» que castigara a sus autores y las reparaciones más amplias para «las indignidades cometidas contra el honor nacional y por el brutal asalto realizado en las personas de estos oficiales».[5]​ Cuando Christie regresó a Río el 1 de julio nada se había hecho.El trámite era necesario porque los súbditos británicos solo respondían a los tribunales de su país.En la creencia de que el arbitraje sería contrario a Brasil, Pedro II decidió pagar por adelantado la indemnización manifestando que la base de la discusión no hacia al dinero sino al desprecio británico por la soberanía del Brasil.Era ministro en Bruselas el consejero Joaquin Tomas do Amaral, después barón y vizconde de Cabo Frío.El nuevo rey de Portugal Luis I ofreció entonces su mediación y propuso como bases las cláusulas ya rechazadas.Nuestro gobierno parecía no tener más idea que la de obligar al Uruguay a satisfacer sus exigencias.No quería descontar la revolución sino aprovecharla, ni creía en los planes pacificadores de Saraiva.Sentía necesidad de fortalecerse levantando el prestigio del imperio, lastimado por la cuestión inglesa.Así lo señala el mismo actor principal del affaire, W.D.Christie, quien en Notes on Brazilians Questions escribe: «Estaba el ejército brasileño para cruzar la frontera y ejercer las represalias contra Montevideo, cuando el señor Carvalho Moreira recibió órdenes de protestar y protestó contra las represalias inglesas en aguas del Brasil como constituyendo una violación del derecho público y de la soberanía brasileña».Gran Bretaña cumplía los dos primeros puntos del reclamo brasileño y aceptaba el fallo belga, pero insistía con no reconocer indemnizaciones.Al ser censurada su actitud en el parlamento por el diputado José Bonifacio en la sesión del 30 de abril, en representación del gabinete, Saraiva explicó que la cuestión fue sometida a los ministros del gabinete en estos términos: El emperador por su parte escribió: «Cedí a la opinión de casi todos los ministros y consejeros de estado.
Lord John Russell, 1° Earl Russell
Luis Alves de Lima e Silva, Duque de Caxias
Bahía de Río de Janeiro (ca.1840)
Entrada a la Bahía de Río de Janeiro (ca.1860)
Mapa de Río de Janeiro (1885)
Leopoldo I de Bélgica
Edward Thornton, sentado a la derecha (1871).