[10][11] El conjunto ha sufrido varias agresiones, siendo cortado el poste y sustraída la cruz.
En todo caso, la tradición es lanzar una piedra, traída del lugar de origen del peregrino, de espaldas a la cruz para simbolizar que se ha dejado atrás el puerto.
[12][13] En este caso, la costumbre se cristianizaría tras ser colocada la cruz a principios del siglo XI por Gaucelmo, abad de la alberguería de Foncebadón y Manjarín.
[18] Igualmente, Martín Sarmiento en su obra Escritos sobre "el meco" y la "cruz de ferro" (reeditada en 1992).
[19] Fernando Sánchez Dragó, en su obra Gárgoris y Habidis, dice: «Hasta hace algunos años, grupos de segadores bajaban a trabajar en los trigales castellanos por la vereda de las Portillas y, precisamente al llegar al Bierzo, volvían los ojos atrás y tiraban una piedra al pie de la Cruz do Ferro».