Sus padres eran Francisco Braulio Bencomo y Bárbara Rodríguez Fleitas.
Tras esto se trasladó a Madrid, buscando mejores expectativas laborales.
Allí, se dedicó al estudio de la literatura y la lengua griega.
Posteriormente en 1780, Bencomo fue nombrado confesor del príncipe Fernando, con quien tendría una cierta complicidad.
En este mismo año fue presentado por el monarca y preconizado arzobispo titular de Heraclea[1] in partibus infidelium por el Papa Pío VII, siendo apadrinado en la consagración por el infante Carlos María Isidro de Borbón, quien le regaló un valioso pontifical.
[7] Finalmente, entre febrero y diciembre de 1819 Vicente Román y Linares llevó a efecto la partición y creación de esta diócesis, ya que anteriormente la diócesis de Canarias era la que administraba todo el archipiélago.
[7] Así, desde entonces y durante tres siglos se sucederían las peticiones del clero y la sociedad tinerfeña de erigir el ansiado obispado.
Bencomo rechazó este nombramiento, pues entendía que el Santo Oficio era una institución llamada a la desaparición, pues no contaba con la simpatía de la mayoría de los estamentos seglares y eclesiásticos.
Además, Bencomo donó a la catedral dos reliquias: un trozo del manto de San Fernando y un hueso de Santiago el Menor.
[9] Allí permaneció hasta que en 1837 sus restos mortales fueron trasladados a la Catedral de La Laguna en su natal Tenerife.
Sin embargo, Bencomo se mantuvo en su puesto prestando ayuda a los afectados.
Si bien, otros consideran que el citado pleito comenzó mucho antes, concretamente con la colaboración del caudillo aborigen grancanario Tenesor Semidán (Fernando Guanarteme) en la conquista de Tenerife.