En los primeros, los derrubios arrastrados por los ríos son removidos, transportados mar adentro y distribuidos con cierta regularidad, mientras que en los segundos se acumulan en las desembocaduras.
Por eso son tan frecuentes los deltas fluviales y llanuras aluviales en las costas mediterráneas.
Así, desde el delta del Ebro al estrecho de Gibraltar, los promontorios rocosos de los arcos salientes alternan con llanuras costeras formadas por aluviones y grandes o pequeños deltas, mientras en el Cantábrico los depósitos aluviales y las playas bajas escasean.
Una costa estable es batida constantemente por el oleaje en los mismos puntos, por lo que sus salientes retroceden y sus acantilados se suavizan.
Al propio tiempo, los derrubios de origen continental o los producidos por la propia erosión marina se van depositando en los entrantes de la costa y en las desembocaduras fluviales, formando cordones litorales, bancos, dunas y llanuras aluviales que avanzan mar adentro.
Durante el Cuaternario y a consecuencia de sus períodos glaciales, presenciados por el hombre prehistórico, se cambió, en los momentos de transgresión del mar, el nivel se elevaría hasta por encima del cero actual.
En muchas costas españolas se reconocen como playas levantadas o formas de abrasión marina las trazas dejadas a diferentes alturas por las transgresiones del mar provocadas durante el Cuaternario por esos períodos interglaciales.
En las costas españolas bañadas por el océano Atlántico se pueden distinguir cuatro secciones diferentes : la cantábrica, que se extiende desde el río Bidasoa a la punta Estaca de Bares, la gallega, que comprende desde este punta hasta la frontera portuguesa, la andaluza que incluye las provincias de Huelva y Cádiz, y finalmente la costa de las islas Canarias situadas en el continente africano.
Su origen está en los movimientos horizontales y verticales que se produjeron en los periodos glaciares e interglaciares del Cuaternario.
No faltan tampoco en el Cantábrico los procesos sedimentarios costeros, aun cuando las playas rara vez alcanzan gran extensión: Santander, San Vicente de la Barquera, etc.
Por eso, al invadir el agua este relieve litoral y penetrar el mar en el interior del continente, ha formado las ensenadas profundas, sinuosas y recortadas de las rías, rodeadas por las vertientes empinadas de los antiguos valles fluviales.
Igualmente las zonas pantanosas (marismas de Isla Cristina, Doñana y San Fernando las más apreciables) son bien visibles desde satélite.
La red hidrográfica se compone de corrientes intermitentes en barrancos, con fuerte pendiente y erosión.
Así, en estos últimos sectores se trata más bien de costa transversal, que corta algo oblicuamente las alineaciones estructurales del interior.
Del lado de mar, esta llanura queda cortada por un pequeño acantilado que generalmente no rebasa los 5 m, excavado por la erosión marina y por debajo del cual se extienden depósitos costeros más recientes que prolongan hacia el interior las playas actuales.
Esta segunda llanura es de anchura muy variable, hasta reducirse a unos pocos metros o incluso desaparecer, y entonces el mar ataca directamente los depósitos detríticos antiguos.
[4] Los deltas existentes en ese litoral se adentran poco en el mar, en parte por ser de tipo torrencial y pertenecer a ríos poco importantes, y en parte porque la corriente de dirección sur que bordea el litoral arrastra los sedimentos hacia el sur.
El clima es de tipo mediterráneo marítimo, con temperaturas invernales suaves y máximas estivales moderadas.
En cuanto a la red hidrográfica, las cuencas son pequeñas y abundan los torrentes con corrientes efímeras.
[5] El litoral catalán ofrece aspectos muy contrastados: pequeñas llanuras litorales, costas acantiladas, algunos deltas, entre ellos el del Ebro, el mayor delta peninsular, y las abruptas de la llamada Costa Brava, de la provincia gerundense.
Debido precisamente a esa anchura y escasa profundidad de la plataforma continental, los abundantes derrubios procedentes de los pequeños cursos que surcan el macizo paleozoico (catalán: rieres) y la escasa dinámica de las aguas mediterráneas, los entrantes son pronto colmatados por cordones litorales que originan graciosas playas (o cales) entre promontorios rocosos.
A medida que se avanza hacia el norte, el carácter bravío de esta costa se acentúa, mientras los depósitos litorales cada vez escasean más, como ocurre, en el extremo, con las Montañas de Begur.